Joyas de oro mayas
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La metalurgia en la antigua Mesoamérica fue un desarrollo tecnológico relativamente tardío que se desarrolló a lo largo de varios siglos hasta alcanzar notables niveles de artesanía. La producción de joyería de oro maya requería complejos procesos tecnológicos, como la fundición a la cera perdida y el dorado por atrición, que se utilizaban para crear objetos con un profundo significado religioso y social.
La investigación arqueológica demuestra que el oro llegó a los mayas principalmente a través del comercio con otros pueblos mesoamericanos, dado que los yacimientos de la región eran limitados. El papel simbólico del oro trascendía la simple decoración: el metal se percibía como la encarnación material de la energía solar y el poder divino.
2 Tecnologías básicas para la fabricación de joyas de oro.
3 Características regionales y diferencias culturales
4 El significado simbólico del oro en la cultura maya
5 Hallazgos arqueológicos y su análisis
6 Análisis tecnológico e investigación moderna
7 El papel social de las joyas de oro
8 Relaciones comerciales e intercambio cultural
9 Aspectos rituales y ceremoniales
10 Análisis comparativo con otras tradiciones americanas
Desarrollo histórico de la metalurgia en la región maya
El surgimiento de la metalurgia en Mesoamérica se produjo significativamente más tarde que en otras civilizaciones antiguas del mundo. Los primeros objetos de metal en el occidente de México datan de alrededor del 600-800 d. C., y la tecnología se extendió gradualmente de norte a sur. Los mayas no comenzaron a utilizar objetos de metal hasta el Clásico Tardío, lo que convierte su tradición metalúrgica en una de las más recientes de la región.
La evidencia arqueológica sugiere que las tecnologías metalúrgicas ingresaron a Mesoamérica a través de rutas comerciales marítimas desde Centroamérica o Sudamérica. Quienes las recibieron las adaptaron rápidamente a las necesidades y materiales locales, creando aleaciones únicas de cobre-plata, arsénico, estaño y cobre-arsénico-estaño.
Los mayas, a diferencia de sus vecinos del occidente de México, no desarrollaron una sólida tradición metalúrgica propia. La mayoría de sus objetos de oro les llegaban a través del comercio con otros pueblos mesoamericanos, especialmente los mixtecos, considerados los orfebres más hábiles de la región. A pesar de esta limitación, los mayas desarrollaron sus propios talleres para procesar materiales importados y producir artículos de producción local.
Los contactos culturales entre diferentes regiones de Mesoamérica desempeñaron un papel importante en la expansión de la metalurgia. Las redes comerciales aseguraron no solo el intercambio de productos terminados, sino también la transferencia de conocimientos tecnológicos. Los artesanos de Oaxaca solían trabajar en talleres aztecas, creando productos para gobernantes y ceremonias. Estos intercambios culturales también contribuyeron al desarrollo de la metalurgia en la región maya.
Tecnologías básicas para la fabricación de joyas de oro.
Fundición de precisión
La técnica de fundición a la cera perdida fue el método principal para crear elaboradas joyas de oro en Mesoamérica. El Códice Florentino contiene una descripción detallada del proceso empleado por los aztecas, que también fue empleado, con algunas variaciones, por los mayas. El proceso comenzaba con la creación y el moldeado de un núcleo de carbón vegetal y arcilla, que luego se cubría con tres capas: cera de abejas laminada, carbón vegetal triturado y arcilla gruesa con un canal para verter el oro.
Tras dos días de secado, el molde se colocaba en un brasero con carbón para fundir la cera. El oro fundido se fundía en un incensario especial y se vertía en el molde a través de un canal. Tras enfriarse, el producto se pulía con piedra, se trataba con alumbre, se calentaba al fuego y se frotaba con una "medicina dorada", una composición especial para el acabado.
Los hallazgos arqueológicos en Lamanai, Belice, incluyen crisoles y otras evidencias de la producción local de cobre y bronce. Se descubrieron pequeñas bolitas redondas de cobre y dos probables vasijas de fundición, que representan los restos del proceso de fundición a la cera perdida. Estos hallazgos indican la existencia de talleres locales de metalistería entre los mayas durante el período Posclásico.
Los crisoles de Mayapán eran pequeños y carecían de picos o agujeros laterales, lo que indicaba que eran portátiles y fáciles de reemplazar. Su pequeño tamaño también sugiere que se producían a menor escala que en el centro de México, donde se encontraban más cerca de las fuentes de materia prima.
Dorado por agotamiento
El dorado por agotamiento era una técnica sofisticada para el enriquecimiento superficial de aleaciones de oro, ampliamente utilizada por los pueblos precolombinos de América. El proceso se basaba en la resistencia del oro a la oxidación y la corrosión, a diferencia de otros metales como el cobre y la plata. La aleación de oro y cobre se sumergía en un ácido adecuado o se trataba con sal, lo que atacaba el cobre y la plata de la superficie del objeto.
La acción de un ácido o una sal convertía estos elementos en compuestos de cobre y plata, que posteriormente se eliminaban de la superficie. El resultado era una fina capa de oro casi puro sobre la superficie del objeto. Este proceso solía repetirse varias veces, lo que hacía que la superficie se volviera blanda y porosa, con un aspecto opaco. Por esta razón, la mayoría de los objetos chapados en oro se pulían para mejorar la dureza de la superficie y obtener un brillo más atractivo.
Gonzalo Fernández de Oviedo describió cómo los orfebres precolombinos sabían usar cierta hierba para dorar objetos de oro de baja calidad. Se utilizaban dos tipos de aleaciones: tumbaga, aleaciones de cobre y oro con diferente contenido de oro, y aleaciones ternarias de plata, oro y cobre, de color blanco verdoso pálido, con un alto contenido de plata, similar al electrum mediterráneo.
Los arqueólogos creen que la técnica del dorado por agotamiento fue desarrollada inicialmente por la cultura Moche en Perú alrededor del 100-800 d. C. A partir de ahí, las técnicas de dorado se extendieron hacia el norte, atravesando Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá y México. Esta tecnología permitió crear piezas con la apariencia de oro puro, utilizando una cantidad considerablemente menor del metal precioso.
Procesamiento de chapa metálica
Además de la fundición, los orfebres mesoamericanos contaban con técnicas para trabajar el oro en láminas. El Códice Florentino distingue dos tipos de especialistas: los herreros, que martillaban y pulían el oro para obtener láminas delgadas, y los rematadores, artesanos de alto rango especializados en la fundición a la cera perdida. Trabajar con láminas metálicas requería habilidades especiales para crear un espesor uniforme sin roturas.
El pan de oro se utilizaba para crear pectorales, coronas y otros objetos ceremoniales. Los pueblos mesoamericanos valoraban mucho el sonido, el color y la reflectividad de sus joyas, lo que influyó en las decisiones de los artesanos, quienes se centraban en la joyería, los objetos de exhibición, los pectorales de lámina metálica, las coronas y los objetos que pudieran producir sonido.
El procesamiento de la chapa metálica implicaba diversas técnicas desarrolladas por artesanos y ejecutadas en diversos tonos, grabados y relieves. La complejidad de estos procesos y el nivel de artesanía alcanzado asombran a los investigadores modernos. El nivel de complejidad presente en los objetos de oro y la joyería de aquella época solo puede reproducirse hoy en día mediante tecnología moderna.
Características regionales y diferencias culturales
Los mayas en el contexto de la metalurgia mesoamericana
Los mayas ocuparon un lugar especial en la tradición metalúrgica mesoamericana. A diferencia del occidente de México, donde la metalurgia surgió tempranamente y se convirtió en una tradición independiente, o del centro de México, con sus poderosos centros manufactureros, los mayas obtenían sus productos metálicos principalmente a través del comercio. Esto no significó una falta de producción local: la evidencia arqueológica de Lamanai muestra la existencia de talleres especializados en cobre y bronce.
Aunque se extraía oro en las montañas de Guatemala, no se producía en grandes cantidades. La mayor parte del oro maya provenía del comercio con otros pueblos mesoamericanos. El mayor alijo de oro y otros metales preciosos hallado en territorio maya se recuperó de un pozo sagrado en Chichén Itzá, una antigua ciudad maya y un importante sitio arqueológico ubicado en la península de Yucatán, que data del siglo IX d. C.
El pozo sagrado de Chichén Itzá contenía no solo artefactos de oro y jade, sino también objetos de piedra en forma de puntas de proyectil, hojas de cuchillo, hojas y núcleos de obsidiana, y desechos de su procesamiento. Muchos de estos artefactos habían sido dañados intencionalmente por el calor. Los objetos más importantes hallados en el pozo estaban hechos de materiales perecederos como tela, madera y hueso.
Comparación con culturas vecinas
Los mixtecos eran considerados los orfebres más hábiles de Mesoamérica, y cerca del 80% de los artefactos de oro mesoamericanos existentes provienen de esta cultura. Las colecciones de oro halladas en su territorio incluyen adornos de barbilla o "bezotes", un enorme colgante solar procedente de las tumbas de Zaachila, y diversos objetos zoomorfos en forma de campanillas, cuentas, láminas, collares, anillos y aretes.
La mayoría de los objetos encontrados impresionan por la calidad de las técnicas de dorado y las exquisitas representaciones de animales, plantas, dioses y criaturas míticas. Estos objetos demuestran la importancia de la metalurgia del oro en la comprensión mixteca del culto religioso, las prácticas ceremoniales, la mitología y la guerra. La tradición mixteca tuvo una influencia significativa en el desarrollo de la metalurgia en otras regiones de Mesoamérica.
Los aztecas solían recibir oro en bruto como tributo, incluyendo polvos, lingotes y, a veces, incluso láminas. Estos materiales solían provenir de las regiones de Oaxaca y Guerrero. Aunque esto era menos común, también se ofrecían artículos de oro procesado como obsequios a gobernantes, sacerdotes o guerreros de élite. Las fuentes históricas también muestran que los orfebres de la región de Oaxaca solían trabajar en talleres aztecas para producir artefactos para los gobernantes y sus ceremonias.
El significado simbólico del oro en la cultura maya
En las antiguas culturas americanas, el oro representaba una manifestación de lo sagrado, y los objetos elaborados con él servían como medio de comunicación con el mundo sobrenatural. Lejos de ser acumulaciones pasivas de riqueza, los objetos de oro eran agentes activos en constante interacción con fuerzas poderosas. El oro estaba especialmente asociado con el sol; de hecho, a menudo se consideraba una vía de escape para este ser divino.
En Colombia, los ritualistas colocaban objetos de oro o de aleaciones de cobre y oro al sol para recargar sus poderes regenerativos. Las obras de oro eran potencialmente potentes, impregnadas del aroma de lugares sagrados y poderes divinos. El alto valor del oro por su rareza y su capacidad para reflejar la luz lo convertían en una opción natural para demostrar rango y poder.
La inmunidad del oro a la descomposición lo convirtió en un poderoso símbolo de inmortalidad y poder perdurable en todo el mundo, pero partes del antiguo mundo americano nunca sucumbieron a su influencia. Los mayas del período Clásico, por ejemplo — cuyas ciudades-estado florecieron en lo que hoy es Honduras, Guatemala, Belice y el sur de México — mostraron poco interés en el metal, a pesar de su uso generalizado por sus vecinos del sur.
El significado de la joyería maya iba mucho más allá de la simple decoración: estaba imbuido de un profundo simbolismo y propósito. Desde el reluciente encanto del oro, que representaba riqueza y poder, hasta las cualidades etéreas del jade, al que se le atribuían propiedades espirituales y curativas, cada material contaba una historia. Los intrincados patrones y motivos que se encuentran en la joyería maya revelan una comprensión compleja de la geometría, la naturaleza y el cosmos.
Hallazgos arqueológicos y su análisis
Investigación en Lamanai, Belice
El Proyecto de Arqueometalurgia Maya Lamanai es un programa de investigación centrado en el estudio de la producción especializada de objetos de cobre y bronce en las tierras bajas mayas durante los períodos Posclásico y Colonial. Desde su inicio en 1999, el objetivo principal del proyecto ha sido comprender las relaciones entre la producción de cobre y la diferenciación e interdependencia socioeconómica entre los mayas.
El sitio maya de Lamanai ha encontrado más artefactos de cobre y aleaciones de cobre en excavaciones controladas que cualquier otro sitio de las tierras bajas mayas del sur. La mayoría de estos pueden clasificarse como objetos de exhibición de estatus, como campanas, pinzas, anillos, botones y otros adornos. El cobre y el bronce se utilizaban para crear objetos tanto utilitarios como ceremoniales.
El descubrimiento de pequeñas pastillas redondas de cobre, junto con dos probables tanques de fundición en la zona de la iglesia española, es muy alentador y sugiere que los investigadores podrían estar muy cerca de identificar la ubicación de la producción de cobre en el sitio. Actualmente, los investigadores desconocen casi por completo la naturaleza de la metalurgia maya en general, incluyendo la organización de esta tecnología y el papel que desempeñó en la sociedad maya durante el Posclásico Tardío y la época colonial española temprana.
Los análisis químicos y microestructurales, bajo la dirección del Dr. Aaron N. Sugar, continúan en el Instituto de Conservación del Museo del Instituto Smithsoniano. Estos estudios proporcionan información valiosa sobre la composición de las aleaciones, las técnicas de fabricación y las fuentes de las materias primas utilizadas por los artesanos mayas.
Hallazgos en Chichén Itzá
Entre los impresionantes artefactos de oro y jade recuperados del famoso cenote de sacrificios hace casi un siglo, también se encontraron artefactos de piedra. Estos consistían en puntas de proyectil, hojas de cuchillo con mangos, hojas y núcleos de obsidiana, y restos de procesamiento. Muchos de estos artefactos habían sido dañados térmicamente intencionalmente, pero no se encontraron pedernales excéntricos en el pozo.
Los objetos más importantes hallados en el pozo fueron aquellos hechos de materiales perecederos como tela, madera y hueso. Entre los objetos encontrados en esta categoría, asociados con artefactos de piedra, se incluyen astas de madera endurecidas al fuego que antiguamente sostenían puntas de lanza con muescas angulares y átlatls finamente tallados.
Los hallazgos en el pozo sagrado de Chichén Itzá demuestran la amplia gama de materiales y tecnologías utilizadas por los mayas. Los objetos de oro formaban solo una parte de una vasta colección de ofrendas rituales, lo que pone de relieve la complejidad de las prácticas religiosas mayas y su relación con los diferentes materiales.
Datos de Mayapán
Las investigaciones en Mayapán han revelado detalles importantes sobre la metalurgia local durante el período Posclásico. Los crisoles hallados en el sitio eran pequeños y carecían de picos o aberturas laterales, lo que indica que eran portátiles y fáciles de reemplazar. Su pequeño tamaño también podría indicar una producción a menor escala que en el centro de México.
El depósito R-183b podría haber contenido un tercer tecomate debido a la presencia de diez piezas de metal que aparentemente estuvieron dentro del crisol en algún momento. Como se observa en los cuatro crisoles intactos, las piezas de metal consistían en bebederos y campanas defectuosas. Las campanas defectuosas indican producción local y experimentación con técnicas de fundición.
Los hallazgos de Mayapán proporcionan evidencia directa de la metalurgia especializada entre los mayas durante el Posclásico Tardío. Estos hallazgos ayudan a reconstruir la organización de la producción artesanal y su papel en la estructura social de la sociedad maya.
Análisis tecnológico e investigación moderna
Los métodos científicos modernos permiten obtener información detallada sobre la composición y las tecnologías de fabricación de los antiguos objetos de oro maya. La espectroscopia de rayos X por energía dispersiva y la calorimetría diferencial de barrido se utilizan para determinar la composición de las aleaciones y el tratamiento térmico. Estos métodos ayudan a comprender procesos tecnológicos que no son accesibles para la observación directa.
La emisión de rayos X inducida por protones proporciona otra herramienta poderosa para el análisis de objetos de oro antiguos. El uso de patrones de granulación modernos con procesos de forjado conocidos como puntos de comparación demuestra cómo se puede evaluar con precisión la información sobre las tecnologías de unión antiguas. La importancia de caracterizar objetos de procedencia conocida se enfatiza en el análisis del contexto arqueológico.
La investigación sugiere que la creación de una amplia base de datos de análisis de granulación para todo el Mediterráneo podría profundizar la comprensión de las relaciones temporales, sociales, culturales y tecnológicas del pasado. Enfoques similares son aplicables al estudio de la metalurgia mesoamericana, incluidas las tradiciones mayas.
La dinámica de fluidos computacional se utiliza para evaluar los flujos de irrigación, las presiones apicales y las tensiones de cizallamiento de la pared en preparaciones simuladas de conductos. Si bien estos métodos se desarrollaron para instrumental dental, los principios del análisis de flujo pueden aplicarse para comprender los procesos de fundición en la metalurgia antigua.
El papel social de las joyas de oro
Los adornos de oro mayas servían como importantes indicadores de estatus social y afiliación religiosa. A diferencia de los objetos utilitarios, la joyería y los objetos ceremoniales constituían la mayor parte de los artefactos típicamente mesoamericanos. Los metales desempeñaban un papel particularmente importante en la esfera cultural sagrada y simbólica.
La mayoría de los objetos de cobre y bronce hallados en Lamanai pueden clasificarse como objetos de exhibición de estatus. Estos incluyen campanillas, pinzas, anillos, botones y otros adornos. Esta distribución resalta la importancia de la apariencia y la exhibición social en la sociedad maya del Posclásico.
Los objetos de metal también se utilizaban en contextos rituales, como lo demuestran los hallazgos en el pozo sagrado de Chichén Itzá. El daño deliberado a muchos de los artefactos indica que fueron sacrificados ritualmente antes de ser depositados en el pozo. Esta práctica refleja las complejas creencias religiosas mayas sobre la vida y la muerte de los objetos.
Los objetos de oro procesado se ofrecían como obsequios a gobernantes, sacerdotes o guerreros de élite. Esta distribución enfatiza la conexión entre los ornamentos de oro y las clases altas de la sociedad. El control sobre la producción y distribución de estos objetos pudo haber servido como mecanismo para mantener la jerarquía social.
Relaciones comerciales e intercambio cultural
La difusión de la joyería de oro entre los mayas está estrechamente ligada al extenso sistema de vínculos comerciales de Mesoamérica. Dado que la región maya contaba con fuentes limitadas de oro, la mayoría de los metales preciosos se obtenían a través del comercio con culturas vecinas. Estas redes comerciales facilitaban no solo el intercambio de materiales, sino también la transferencia de conocimiento tecnológico.
Los artesanos oaxaqueños solían trabajar en talleres aztecas para producir artefactos para los gobernantes y sus ceremonias. Es probable que se produjeran intercambios culturales similares con los mayas, lo que contribuyó al desarrollo de las tradiciones metalúrgicas locales. La evidencia arqueológica de Lamanai confirma la existencia de talleres locales para procesar materiales importados.
Las rutas comerciales conectaban la región maya con fuentes lejanas de materias primas y productos terminados. Los objetos de cobre hallados en Lamanai se fabricaron a partir de material obtenido mediante la fundición de artefactos de cobre, lo que indica un complejo sistema de reciclaje y reutilización de objetos metálicos en las redes comerciales.
Las rutas comerciales marítimas desempeñaron un papel particularmente importante en la difusión de la tecnología metalúrgica. Las técnicas metalúrgicas probablemente se extendieron hacia el norte desde regiones de Centroamérica o Sudamérica a través de rutas comerciales marítimas. La ubicación costera de muchos centros mayas facilitó la participación en estas redes comerciales.
Aspectos rituales y ceremoniales
Los ornamentos de oro mayas estaban estrechamente integrados en la vida ritual y ceremonial de la comunidad. Los hallazgos en el pozo sagrado de Chichén Itzá demuestran el uso de objetos de oro en el contexto de sacrificios y ceremonias religiosas. El daño deliberado de muchos artefactos antes de su colocación en el pozo refleja ideas complejas sobre la "muerte" de los objetos y su transición al reino de los dioses.
El oro se asociaba con deidades solares y fuerzas cósmicas. Las culturas colombianas colocaban objetos de oro al sol para recargar sus poderes espirituales. Prácticas similares pudieron haber existido entre los mayas, aunque la evidencia directa se limita al contexto arqueológico de la región.
Los objetos ceremoniales incluían no solo adornos, sino también herramientas rituales y objetos simbólicos. La distinción entre objetos utilitarios y ceremoniales no siempre era clara; muchos podían cumplir una doble función según el contexto de uso.
La metalistería en sí misma tenía aspectos rituales. El Códice Florentino describe no solo aspectos técnicos, sino también ritualizados, de la metalistería en el Imperio Azteca. Probablemente existían elementos rituales similares en las tradiciones mayas, aunque la información detallada al respecto es limitada.
Análisis comparativo con otras tradiciones americanas
Las tradiciones metalúrgicas mayas deben considerarse en el contexto de las tradiciones orfebres americanas más amplias. Las culturas sudamericanas, en particular las de las regiones andinas, desarrollaron una tradición metalúrgica mucho más temprana y sofisticada. El oro se explotó por primera vez en los Andes hacia el segundo milenio a. C., desde donde la orfebrería se extendió gradualmente hacia el norte.
La técnica del dorado por desgaste fue desarrollada inicialmente por la cultura Moche en Perú alrededor del 100-800 d. C. Desde entonces, las técnicas de dorado se extendieron hacia el norte, atravesando Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá y México. Esta difusión tecnológica demuestra las extensas conexiones culturales entre las civilizaciones americanas.
Los pueblos precolombinos de Sudamérica dominaban el dorado por desgaste, utilizándolo en su tumbaga, una aleación de oro y cobre, para darle el brillo del oro. Esta técnica permitía crear piezas con la apariencia del oro puro utilizando una cantidad considerablemente menor del metal precioso.
Las tradiciones del norte de Mesoamérica, incluyendo la azteca y la mixteca, representaron otra rama de la metalurgia americana. La metalurgia se adoptó más tarde que otras artes en México, pero la tecnología se dominó rápidamente, y la brillantez y el ingenio de las tradiciones orfebres mixtecas y aztecas siguen siendo inigualables.
Tecnologías de acabado decorativo
Además de los métodos básicos de fundición y dorado, los joyeros mayas empleaban complejas técnicas decorativas, como la granulación y la filigrana. Hallazgos arqueológicos muestran que se utilizaban pequeñas esferas de oro de 0,4 mm de diámetro para crear patrones geométricos, bordes y composiciones tridimensionales. Esta técnica, conocida desde el año 2000 a. C., requería la precisión del joyero: las esferas se colocaban sobre la superficie del producto y, tras calentarlas, se soldaban a la base sin deformarse. Estos patrones solían combinarse con filigrana: elementos calados de alambre retorcido que formaban adornos de encaje.
Curiosamente, los mayas adaptaron la técnica de granulado, originalmente desarrollada por los etruscos, añadiendo motivos locales. Por ejemplo, en los colgantes de oro de Chichén Itzá, las cuentas forman imágenes estilizadas de serpientes y jaguares, lo que enfatiza la conexión con las deidades. Para crear estos elementos, se utilizaban aleaciones de oro y cobre (tumbaga), que, tras un tratamiento ácido, adquirían una capa superficial de oro puro. Este método no solo ahorraba metal precioso, sino que también permitía lograr un efecto visual comparable al de los artículos de oro de alta calidad.
Nuevos descubrimientos arqueológicos
En 2025, se descubrió en el sur de México un conjunto de más de 1000 artefactos de oro, incluyendo figurillas rituales, máscaras y joyería con formas de animales. Este hallazgo, que data del siglo IX d. C., arroja luz sobre aspectos previamente desconocidos de la metalistería maya. Entre las piezas se encuentran colgantes que representan a Chaac, la deidad de la lluvia, fundidos a la cera perdida. El análisis microscópico ha demostrado que se elaboraron en crisoles de no más de 5 cm de diámetro, lo que respalda la hipótesis de su producción local en pequeños talleres.
Otro avance fue el estudio del fondo del lago Izabal en Guatemala, donde, según el desciframiento del Códice de Dresde, podría haberse ubicado la legendaria ciudad de Atlán. El escaneo reveló anomalías que se asemejaban a ruinas de edificios, y las excavaciones submarinas hallaron fragmentos de placas de oro con jeroglíficos. La composición química del metal coincide con las muestras de Chichén Itzá, lo que indica la existencia de una red única de centros metalúrgicos.
Simbolismo animal en el arte de la joyería
Los motivos zoomorfos ocupaban un lugar central en la joyería maya. El jaguar, asociado con el sol nocturno y el inframundo, solía representarse como un trono bicéfalo, como en Uxmal. Los guerreros llevaban colgantes de oro con la forma de este depredador, creyendo en su capacidad de otorgar fuerza sobrenatural. No menos significativa era la imagen de una serpiente, que simbolizaba los ciclos de renovación. Los brazaletes con diseño de escamas, elaborados mediante la técnica de granulado, enfatizaban la conexión de su portador con la diosa de la Luna, Ixchel.
De particular interés son las máscaras que combinaban oro y jadeíta. La máscara funeraria del gobernante Pakal de Palenque, con incrustaciones de placas de oro, imitaba la piel de la deidad del maíz, enfatizando la idea del renacimiento. Estos artefactos se crearon no solo como decoración, sino también como portadores de funciones sagradas: se creía que el espíritu de la deidad penetraba en el cuerpo humano a través de la máscara.
Métodos de investigación modernos
Un avance en el estudio de la metalurgia maya proviene del uso de la espectrometría de fluorescencia de rayos X (XRF) y la microscopía electrónica (SEM-EDS). El análisis de las campanas de Mayapán revela el uso de metal refundido de diversas regiones de Mesoamérica, incluido el occidente de México. Esto respalda la hipótesis del comercio de lingotes de cobre a lo largo de rutas de hasta 1500 km de longitud.
El modelado computacional de los procesos de fundición permitió reconstruir la temperatura de fusión (alrededor de 1100 °C) y la composición de los fundentes que reducían la oxidación. Curiosamente, los artesanos mayas determinaron empíricamente las proporciones óptimas de las aleaciones: en la joyería de Chichén Itzá, el contenido de oro varía entre el 70 % y el 85 %, lo que garantiza un equilibrio entre plasticidad y resistencia al desgaste.