Okhotin. September. 1915 Konstantin Alekseevich Korovin (1861-1939)

Descripción del cuadro de Konstantin Korovin Okhotino

Colores brillantes. Textura enérgica de los trazos.

La energía de los trazos crea el efecto de nubes en movimiento y hojas que crujen, la textura de los trazos anima todo el paisaje: se mueve y brilla según la mirada del espectador. El efecto es muy inusual y encantador.

El pueblo de Okhotino es un amor especial del artista, y por eso el cuadro está saturado de arrebato y amor. El pintor se siente fascinado por cada uno de los detalles de su querido paisaje natal. Según los contemporáneos del artista, sus pinturas de paisajes nacían con mucha espontaneidad y facilidad.

El propio artista describió en su autobiografía la facilidad con la que nacían sus lienzos. "Salió. Sierra. Tomó un caballete, un lienzo y pinturas. Se inspiraba en la belleza de cualquier detalle insignificante. Vio el matiz del momento y lo plasmó en sus obras maestras con gran inspiración.

Las casas del pueblo con sus tejados puntiagudos, la vasta extensión que se extiende más allá del horizonte, las nubes en movimiento y el susurro de las hojas están impregnados del amor y la admiración del artista. Quiso dejar en la memoria de la posteridad esta impresionante y encantadora belleza de la campiña rusa, bella en su sencillez.

El cuadro dice al espectador que las extensiones rusas aportan una energía sin precedentes a sus habitantes, con su cielo, sus vastas distancias y el azul del cielo y los ríos. En este cuadro, el artista presta especial atención al cielo. El cielo aquí es brillante, precioso y variado. En este cuadro podemos ver un trozo de cielo claro y frecuente brillando en la distancia sobre el río y manchas de azul neutro y casi una nube de tormenta en primer plano.

Con esta imagen el artista quiso demostrar lo cambiante del clima y al mismo tiempo su belleza en todas sus manifestaciones. La naturaleza no tiene mal tiempo. Al mirar de cerca y acostumbrarse al cuadro, se puede sentir la fuerza de la extensión que el artista pretendía mostrar. Mira la inmensidad del cielo.

¿Y el río del fondo? ¿Puedes sentir su poderosa prisa? Y lo interesante es que la primera mirada del espectador al cuadro no ve absolutamente nada de esta poderosa corriente. Y esa pequeña franja de espacio abierto frente al río, visible entre las casas, también es apenas visible, pero al mirarla más de cerca, queda claro que es una vasta extensión de campo por la que serpentea el camino hacia la orilla del río.

Al parecer, el autor quería decir con este efecto que la belleza de la naturaleza rusa es poderosa y llamativa, pero hay que verla y entenderla. O mejor dicho, para entenderlo hay que escuchar y ver.

En sus paisajes, el artista representó el gran amor de su alma: el PUEBLO RUSO.