Portrait GL Ghirshman. 1907 Valentin Serov (1865-1911)
Valentin Serov – Portrait GL Ghirshman. 1907
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Pintor: Valentin Serov
Los retratos de Valentin Serov son característicos y tienen un estilo propio. Sus obras son reconocibles, en casi todos los cuadros las manos están en el pecho o en la zona del corazón. Esta disposición es siempre natural, no artificial. La mano puede estar jugando con una pieza de joyería alrededor del cuello o ajustando suavemente un collar. El gesto tiene un profundo significado filosófico. La mano indica el carácter principal del cuadro, confirmando así su importancia.
Descripción del cuadro de Valentin Serov "Retrato de G. L. Hirschman".
Los retratos de Valentin Serov son característicos y tienen un estilo propio. Sus obras son reconocibles, en casi todos los cuadros las manos están en el pecho o en la zona del corazón. Esta disposición es siempre natural, no artificial. La mano puede estar jugando con una pieza de joyería alrededor del cuello o ajustando suavemente un collar.
El gesto tiene un profundo significado filosófico. La mano indica el carácter principal del cuadro, confirmando así su importancia. Al mismo tiempo, este acuerdo sugiere un cierre. Más bien, el artista transmite la individualidad y el derecho humano al espacio personal. No sólo transmite la imagen externa, sino también el mundo interior del héroe.
Los retratos de Serov están pintados con una técnica de movimiento rápido del pincel y trazos amplios. Esto da una sensación de brusquedad, como si el cuadro se hubiera hecho deprisa y corriendo. El retrato de G.L.Hirschman está pintado de la misma manera. La impresión es que la mujer fue llamada y se dio la vuelta sin querer. Hay una sensación de brusquedad, su mano está en su corazón.
La suntuosa dama va vestida a la última moda, como las joyas. Su mano está tachonada de anillos y el mobiliario de la casa sugiere prosperidad. Ella está de pie en el tocador, como si se estuviera arreglando frente a un espejo y el artista la llama, capturando el momento. La decoración y el mobiliario sugieren la posición de la dama en la sociedad, pero la mano muestra que aún tiene corazón y alma. Es como si dijera que lo que cuenta es la paz interior, no el séquito. En aquella época, incluso los matrimonios se celebraban en función del dinero, sin romper la distinción de clases.
En el mundo actual, la importancia del dinero no ha disminuido, al igual que hace cien años. La mujer mira de forma penetrante, con una mano apoyada en la mesa. No hay ningún indicio de arrogancia en su mirada, uno tiene la sensación de que el artista fue capaz de mirar en el alma de la joven. Ha transmitido su mensaje al mundo. La belleza de las cosas es sólo un engaño visual, lo que importa es la belleza del alma.
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En este óleo sobre lienzo, se observa a una mujer de pie frente a un tocador ricamente adornado. La figura central ocupa la mayor parte del espacio pictórico, vestida con un atuendo elegante que sugiere una pertenencia a las clases acomodadas de principios del siglo XX. El vestido oscuro contrasta fuertemente con el blanco y los detalles dorados de su blusa o chalina, elementos que atraen la mirada hacia el torso y el rostro.
La mujer se encuentra en pleno acto de ataviarse; sostiene una bufanda o estola blanca entre sus manos, preparándose para colocarla sobre sus hombros. Su postura es ligeramente girada, lo que permite apreciar tanto su perfil como parte de su frente, sugiriendo un momento íntimo y privado. La mirada, dirigida hacia el espectador con cierta reserva, transmite una sensación de sofisticación y quizás una ligera melancolía.
El tocador, repleto de frascos de perfume, joyas y otros objetos personales, es un elemento clave en la composición. Refleja no solo su estatus social sino también la importancia del ritual de embellecimiento y la preocupación por la apariencia personal en la época. El espejo, aunque parcialmente visible, insinúa una reflexión sobre la propia imagen y la construcción de la identidad.
La paleta cromática es sobria, dominada por tonos marrones, grises y negros, con acentos de blanco y dorado que aportan luminosidad a la escena. La pincelada suelta y expresiva, característica del impresionismo tardío o el postimpresionismo, confiere dinamismo y vitalidad a la obra.
Subyacentemente, la pintura parece explorar temas como la feminidad, la vanidad y la complejidad de las relaciones sociales. El acto de vestirse puede interpretarse como una metáfora de la preparación para un papel social específico, mientras que el tocador simboliza tanto el lujo como la superficialidad. La expresión enigmática de la mujer invita a reflexionar sobre su interioridad y los secretos que guarda tras su apariencia impecable. La atmósfera general sugiere un mundo de convenciones sociales y expectativas, donde la imagen externa es fundamental para la aceptación y el reconocimiento.