vrubel girl against a persian carpet background 1885 Mikhail Vrubel (1856-1910)
Mikhail Vrubel – vrubel girl against a persian carpet background 1885
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Pintor: Mikhail Vrubel
Muchacha sobre el fondo de una alfombra persa es una de las bellas obras del famoso artista Mikhail Vrubel. El espectador se encuentra con una pintura colorida y viva. En el centro del lienzo hay una joven que parece tener unos 12-13 años. Tiene la piel oscura, los ojos oscuros y el pelo largo y negro. La chica lleva un vestido de satén brillante y colorido; es exagerado tanto en el color como en la forma, lo que es característico de la vestimenta nacional romaní en su mayor parte.
Descripción del cuadro de Mikhail Vrubel La niña sobre el fondo de una alfombra persa
Muchacha sobre el fondo de una alfombra persa es una de las bellas obras del famoso artista Mikhail Vrubel.
El espectador se encuentra con una pintura colorida y viva. En el centro del lienzo hay una joven que parece tener unos 12-13 años. Tiene la piel oscura, los ojos oscuros y el pelo largo y negro.
La chica lleva un vestido de satén brillante y colorido; es exagerado tanto en el color como en la forma, lo que es característico de la vestimenta nacional romaní en su mayor parte. Todo el cuadro está lleno de una luz bastante lúgubre, lo que se debe a que, debido a las violaciones de la técnica de secado de las pinturas en el lienzo, éstas se han oscurecido y desvanecido con el tiempo.
A la espalda de la chica cuelga una gran y brillante alfombra persa. Está bordado con motivos y flores orientales. La alfombra es muy grande, descansa con pesados pliegues en el suelo, sobre el que se sienta la chica.
El pelo de la niña es rizado, no está peinado, sino que cae fácil y suelto sobre los hombros de la niña. La chica tiene cejas oscuras y tupidas y ojos grandes con pestañas gruesas. El rostro de la niña expresa tristeza y cansancio.
En el cuello de la niña hay varios hilos pesados de perlas que se enrollan alrededor del joven y delgado cuello en varias vueltas. Bajo el peso de estas cuentas parece que su cuello está a punto de romperse.
Las manos del niño se adornan con anillos grandes y caros con piedras naturales. Esas joyas son desproporcionadas para la edad de la chica; parece deliberadamente lujosa y totalmente ridícula.
Las manos de la niña están cruzadas de modo que una de ellas cubre una rosa rosa, símbolo del amor. Tiene los brazos cruzados a la altura de las caderas y la otra mano sostiene un puñal ricamente decorado con piedras preciosas y semipreciosas, símbolo inevitable de la muerte. La propia niña es un símbolo inequívoco de la vida, como un niño para el que la vida está por llegar, pero también como una mujer en cuyo interior nacerá un día una nueva vida.
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En el lienzo se observa a una joven sentada, con una mirada fija y serena que contrasta fuertemente con el entorno exuberante y casi opresivo que la rodea. La figura central, vestida con un atuendo detallado en tonos rojizos y rosados, porta un collar de perlas que acentúa su cuello y enfatiza su posición social presumiblemente elevada. En sus manos sostiene una rosa pálida, símbolo tradicional de belleza, juventud y fragilidad.
El fondo es dominado por un tapiz persa complejo y ricamente ornamentado, con motivos florales y geométricos en una paleta cromática similar a la del vestido de la muchacha. La ejecución pictórica se caracteriza por pinceladas sueltas y texturizadas que crean una atmósfera vibrante y casi febril. El artista no busca un realismo fotográfico; más bien, prioriza la expresión emocional y la sugerencia atmosférica.
La composición sugiere una tensión entre el individuo y su contexto. La joven parece aislada dentro de este marco decorativo, como si estuviera protegida o, quizás, atrapada por él. El tapiz, con su profusión de detalles, podría representar un mundo exterior lujoso pero distante, o incluso las convenciones sociales que limitan la libertad individual.
La palidez de la piel de la muchacha y el color delicado de la rosa resaltan su vulnerabilidad frente a la intensidad del entorno. La mirada directa al espectador establece una conexión íntima, invitando a la reflexión sobre su estado interior. Se percibe un aire melancólico, una quietud que podría interpretarse como resignación o introspección profunda. El uso predominante de tonos cálidos y rojizos evoca pasiones contenidas y una cierta sensación de inquietud latente. La luz no es uniforme; se concentra en el rostro y las manos de la joven, dejando el resto de la escena sumido en sombras sutiles que contribuyen a crear un ambiente misterioso y evocador.