Jean Honore Fragonard – The Progress of Love: The Pursuit
Ubicación: Frick Collection, New York.
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La escena representada se desarrolla en un jardín exuberante y sombrío, dominado por una densa vegetación que sugiere tanto refugio como potencial aislamiento. El autor ha empleado una paleta rica en tonos pastel, especialmente rosas, azules pálidos y verdes, creando una atmósfera delicada pero con cierta tensión.
En el centro de la composición, se observa a una mujer joven, vestida con un elegante vestido de seda, recostada sobre un diván o lecho bajo un dosel. Su postura es de ligera resistencia; extiende los brazos como si intentara evitar algo o mantener distancia. A su lado, un hombre, también ricamente ataviado, se acerca con una expresión que oscila entre la súplica y el deseo. Sus manos parecen buscar las de ella, pero no logran alcanzarla completamente.
La presencia de dos figuras infantiles a los lados añade complejidad a la narrativa. Una niña, situada a la izquierda, parece ofrecer flores al hombre, mientras que un niño, a la derecha, observa la escena con una actitud ambigua, quizás curiosidad o incluso complicidad.
El jardín mismo es significativo. Las rosas en flor simbolizan el amor y la belleza, pero también su fragilidad y eventual decadencia. La arquitectura, aunque presente (una fuente decorativa y un gran jarrón), se integra de forma natural con el paisaje, sugiriendo una conexión entre la naturaleza y las convenciones sociales.
Subyacentemente, la pintura explora la dinámica del cortejo amoroso, pero no como un proceso armonioso. Se percibe una lucha sutil por el control y la autonomía. La mujer no se muestra receptiva a los avances del hombre; su actitud sugiere vacilación o incluso rechazo. El jardín, con su belleza y potencial peligro, puede interpretarse como una metáfora de las complejidades emocionales involucradas en las relaciones amorosas. La escena no es un encuentro romántico idealizado, sino más bien una representación de la persecución, el deseo insatisfecho y la resistencia femenina. La luz difusa y los tonos suaves contribuyen a crear una sensación de intimidad, pero también de incertidumbre y posible conflicto.