Frida Kahlo – Letreinte amoureuse de lunivers
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La obra presenta una composición central dominada por una figura femenina de gran tamaño, con rasgos africanos y un cabello denso y enmarañado que se extiende hacia el cielo turbio. Su piel oscura contrasta con el fondo brumoso y los tonos terrosos predominantes. La mujer sostiene entre sus manos abiertas a otra figura humana, un niño o joven desnudo, recostado sobre una especie de lecho vegetal.
El espacio que ocupa la figura femenina no es estrictamente naturalista; se percibe como un receptáculo orgánico, casi uterino, poblado por una exuberante vegetación y formas ambiguas que sugieren tanto plantas como criaturas fantásticas. Se distinguen cactus, flores y lo que parece ser un animal peludo de aspecto exótico. La base de las manos abiertas revela raíces entrelazadas, reforzando la idea de conexión con la tierra y el crecimiento.
En la parte superior del lienzo, se observan dos esferas luminosas: una más pequeña y pálida a la izquierda, y otra mayor y rojiza a la derecha. Estas orbes podrían interpretarse como representaciones de cuerpos celestes –el sol y la luna– o bien, como símbolos de energía vital y conciencia.
La figura que sostiene el niño mira hacia adelante con una expresión serena pero enigmática. Su vestimenta roja destaca entre los tonos más apagados del resto de la composición. El niño, por su parte, parece estar en un estado de reposo o vulnerabilidad.
Subtextos potenciales: La pintura evoca temas relacionados con la maternidad, el origen de la vida y la fertilidad. La figura femenina monumental podría simbolizar a la Tierra misma, nutridora y protectora. La presencia del niño sugiere una nueva generación, un futuro que se gesta en el seno de la naturaleza. El entorno vegetal exuberante y las formas fantásticas apuntan a una conexión profunda con lo primordial, lo instintivo y lo mágico. La dualidad representada por las esferas celestes podría aludir a fuerzas complementarias –masculino/femenino, consciente/inconsciente– que interactúan en el proceso de creación y renovación. La piel oscura de la figura principal puede interpretarse como una afirmación de la identidad africana y un reconocimiento del papel fundamental de África en la historia de la humanidad. La obra sugiere una visión panteísta del universo, donde la naturaleza es sagrada y la vida surge de una fuente primordial común.