Adam and Eve Gustav Klimt (1862-1918)
Gustav Klimt – Adam and Eve
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Pintor: Gustav Klimt
Ubicación: Galerie Belvedere, Wien.
Klimt es un modernista. Casi todos sus cuadros encajan en ese estilo, el modernista. Todos son vívidos y memorables, como todo lo que se hizo en ese estilo. Es imposible pasar por delante de un edificio o una obra maestra del art nouveau sin prestarle atención. Se trata de la elegancia, de la representación: la suavidad de las formas, la flexibilidad de los detalles. El estilo de Klimt es de una belleza inimaginable.
Descripción de Adán y Eva de Gustav Klimt
Klimt es un modernista. Casi todos sus cuadros encajan en ese estilo, el modernista. Todos son vívidos y memorables, como todo lo que se hizo en ese estilo. Es imposible pasar por delante de un edificio o una obra maestra del art nouveau sin prestarle atención. Se trata de la elegancia, de la representación: la suavidad de las formas, la flexibilidad de los detalles.
El estilo de Klimt es de una belleza inimaginable. Basta con pensar en su cuadro "El beso". Detrás del colorido patrón de la capa, no se distingue inmediatamente el beso. "Adán y Eva" es una continuación de "El beso", pero más explícita. El cuadro está dominado por la imagen de Eva, la Madre del Mundo desnuda. Está representada con el fondo de su marido. Por cierto, la figura de Adán se representa vagamente.
Vemos su cara y sus hombros, pero sus piernas están cubiertas por una piel de jaguar. Lo más probable es que sea una representación de la pareja después de la caída. Mira el rostro de Adán: está cansado y demacrado, mientras que el de Eva brilla con una especie de paz universal, pero hay una astucia en sus ojos. Una piel de leopardo cubre a Adán, y hay flores a los pies de Eva. Aunque los desnudos son resplandecientes y claramente provocativos, Eve es hermosa.
Klimt nos recordó con este lienzo de dónde viene la mujer. Adán está representado con este tipo de color de arcilla. Después de todo, según la leyenda, él mismo está hecho de tierra, pero la mujer está hecha de una costilla de hombre. Y así es como lo ha hecho el artista: la mano derecha parece disolverse en Adán, lo cual es un indicio o incluso un símbolo de la unión de las almas.
Ni que decir tiene que los cuadros de Klimt en la época soviética estaban, en sentido estricto, tapados y sólo los conocían los especialistas. En la antigua Unión Soviética, sólo se revelaron completamente al público durante la Perestroika y después de la desintegración del país. Esta especie de reticencia se debe a la explicitud erótica de sus cuadros. Aunque, por supuesto, se reconoció el genio del pintor.
Klimt no pintó tantos lienzos como algunos de sus grandes colegas, pero lo que tenía es suficiente para reconocerlo como un gran maestro de la pintura.
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La composición presenta a dos figuras humanas adyacentes en un formato vertical alargado. Una figura femenina, desnuda, ocupa el primer plano y se erige como elemento central. Su piel es pálida, casi translúcida, con una textura que sugiere fragilidad o delicadeza. La pose de la mujer es ligeramente inclinada, con la mirada fija hacia adelante, aunque carente de expresión definida. Sus rasgos faciales son estilizados, con ojos grandes y almendrados que evocan cierta melancolía.
A su lado, se observa una figura masculina parcialmente visible, abrazando a la femenina por el cuello. Su rostro está más difuminado, casi abstracto, y su cuerpo envuelto en tonos ocres y dorados. La diferencia de tratamiento entre ambas figuras sugiere una jerarquía o distinción en sus roles.
El fondo es un tapiz complejo de patrones animales, específicamente manchas de leopardo, que se extienden hacia la base del lienzo donde florecen elementos florales rojos. Estos motivos introducen una sensación de exuberancia y vitalidad, contrastando con la palidez de la figura femenina. La repetición de los estampados puede interpretarse como un símbolo de instinto o naturaleza primordial.
La ausencia de un contexto espacial claro y la falta de interacción directa entre las figuras sugieren una escena íntima pero distante. El abrazo masculino no parece transmitir afecto, sino más bien una posesión o control sutil. La desnudez femenina, combinada con su expresión inerte, podría aludir a temas como la vulnerabilidad, la inocencia perdida o la objetificación del cuerpo.
La paleta de colores limitada y los trazos gruesos y expresivos contribuyen a crear una atmósfera onírica y perturbadora. La obra parece explorar las complejidades de la relación humana, el deseo, la fragilidad y la tensión entre lo natural y lo artificial. Se percibe un simbolismo latente relacionado con la creación, la tentación o la caída en desgracia, aunque sin una narrativa explícita.