Fog in the forest. 1890 27h34 Ivan Ivanovich Shishkin (1832-1898)
Ivan Ivanovich Shishkin – Fog in the forest. 1890 27h34
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Pintor: Ivan Ivanovich Shishkin
¿Ha estado alguna vez en un bosque cuando estaba completamente invadido por la niebla? O cuando envolvía lentamente el bosque con su vapor, tan espeso y tan vivo, que daba miedo. ¿Y si hubiera alguien dentro de la niebla? ¿Y si es algún tipo de animal del bosque? Esa sensación de miedo siempre poseía a una persona mientras la niebla estaba cerca. Porque los sonidos en la niebla se vuelven ensordecedores y si es espesa, no recordarás a dónde ir y lo más probable es que te enfrentes a algo desagradable. La niebla, retratada por el talentoso paisajista Shishkin, no es por supuesto espesa, y el sol puede incluso penetrar a través de ella.
Descripción del cuadro Niebla en el bosque de Ivan Shishkin
¿Ha estado alguna vez en un bosque cuando estaba completamente invadido por la niebla? O cuando envolvía lentamente el bosque con su vapor, tan espeso y tan vivo, que daba miedo. ¿Y si hubiera alguien dentro de la niebla? ¿Y si es algún tipo de animal del bosque? Esa sensación de miedo siempre poseía a una persona mientras la niebla estaba cerca. Porque los sonidos en la niebla se vuelven ensordecedores y si es espesa, no recordarás a dónde ir y lo más probable es que te enfrentes a algo desagradable.
La niebla, retratada por el talentoso paisajista Shishkin, no es por supuesto espesa, y el sol puede incluso penetrar a través de ella. Pero el misterio de este fenómeno natural no ha desaparecido.
Mira, sólo podemos ver claramente lo que está en primer plano, y lo que está detrás es una niebla inestable. E incluso las sombras de los árboles no son claras, un poco ahumadas... Pero el artista muestra un bosque escaso, no uno denso. El sol apenas habría podido atravesar las hojas en un bosque espeso, pero aquí lo consiguió.
El maestro ha considerado todo en su lienzo. Los abetos y los pinos, las ramas rotas en primer plano y los tocones están bien representados. Y, por cierto, cada vez es más frecuente ver que el otoño es la estación favorita del artista. Porque incluso ahora, parece que la acción se desarrolla en otoño. La hierba no es tan verde y el sol no es tan cálido. Por eso la niebla no se evapora, sino que, por el contrario, se fortalece un poco, es decir, hace frente a la luz. Y precisamente gracias a la luz del sol el artista nos muestra el estado de los dos árboles relativamente jóvenes. Uno de ellos ya ha perdido sus hojas y está listo para afrontar el frío, mientras que el otro está oscurecido - es un pino, y como sabes nunca pierde sus agujas. Por eso su sombra es más densa, y la del árbol apenas se nota. Y, por regla general, los abetos y los pinos crecen juntos, uno al lado del otro, por eso es tan fácil que crezcan en el bosque. Y ese árbol es uno, y no muy débil, según los pinos.
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La obra presenta una escena boscosa dominada por un grupo de pinos altos y delgados que se alzan sobre un suelo cubierto de hierba y vegetación baja. La luz tenue y difusa sugiere la presencia de niebla, que envuelve parcialmente los árboles más distantes, creando una sensación de profundidad y misterio. El autor ha empleado una paleta de colores terrosos y apagados, con predominio del ocre, el verde oliva y tonos marrones, lo cual refuerza la atmósfera melancólica y serena.
En primer plano, se distinguen troncos caídos y sombras alargadas que acentúan la sensación de quietud y aislamiento. La pincelada es detallista en los árboles más cercanos, mientras que se vuelve más suelta e imprecisa a medida que el ojo se adentra en el bosque, lo que contribuye al efecto atmosférico.
La composición no presenta un punto focal claro; la atención del espectador se dispersa entre los diferentes elementos del paisaje. Esta falta de jerarquía puede interpretarse como una invitación a la contemplación y a la inmersión en la naturaleza.
Subyacentemente, la pintura evoca temas relacionados con la transitoriedad de la vida y la inevitabilidad del paso del tiempo. Los troncos caídos simbolizan la decadencia y el ciclo natural de muerte y renovación. La niebla, por su parte, puede interpretarse como una metáfora de la incertidumbre y la ambigüedad. El bosque, en su conjunto, se presenta como un espacio introspectivo donde el individuo puede reflexionar sobre su propia existencia y su lugar en el universo. Existe una clara sensación de soledad y contemplación silenciosa que impregna toda la escena. La luz tenue sugiere también un momento crepuscular o matutino, reforzando la idea de un instante fugaz y efímero.