Sergey Sergeyevich Solomko – Ripe
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En esta obra, el espectador se enfrenta a una representación de una joven mujer, posiblemente de ascendencia mediterránea o del Medio Oriente, dada su tez olivácea y rasgos faciales definidos. La figura ocupa casi toda la extensión del encuadre, lo que intensifica la atención sobre ella.
La artista ha empleado una paleta de colores suaves y terrosos, con predominio de amarillos pálidos, ocres y verdes apagados en el manto que cubre a la mujer. El vestido es blanco, casi translúcido, sugiriendo pureza o vulnerabilidad. La luz parece incidir sobre su rostro y pecho, creando un contraste sutil con las zonas más sombrías del fondo y del vestuario.
La mujer luce una diadema adornada con lo que parecen ser flores moradas y una joya central; también lleva un collar de cuentas rojas que desciende hasta el pecho, donde se distinguen frutos rojos –cerezas o bayas– colgando como amuletos o símbolos. Su mirada es directa, pero no desafiante, sino más bien introspectiva, casi melancólica.
El título en la parte inferior (“Frutos maduros”) introduce una capa de simbolismo importante. Los frutos pueden interpretarse como alusión a la fertilidad, la sensualidad y el ciclo natural de la vida. La imagen sugiere una etapa de plenitud, pero también de posible decadencia o pérdida, dado el carácter efímero de la fruta madura.
La textura pictórica es notablemente suelta y expresiva, con pinceladas visibles que aportan dinamismo a la composición. El fondo es difuso e indefinido, lo que contribuye a aislar a la figura y enfatizar su presencia. La obra evoca una atmósfera de ensueño o recuerdo, donde la belleza femenina se entrelaza con temas de naturaleza, sensualidad y el paso del tiempo.
La firma en la esquina inferior izquierda (“S. Solomko”) indica la autoría, pero no proporciona información adicional sobre el contexto histórico o cultural de la obra. La impresión general es la de un retrato simbólico que invita a la reflexión sobre la condición humana y los misterios de la feminidad.