Waterseller of Seville Diego Rodriguez De Silva y Velazquez (1599-1660)
Diego Rodriguez De Silva y Velazquez – Waterseller of Seville
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Pintor: Diego Rodriguez De Silva y Velazquez
Ubicación: Private Collection
El cuadro "Aguador" fue pintado en 1622 por el extraordinariamente dotado y culto pintor español Velázquez. También tiene otro título, El vendedor de agua de Sevilla. Con este cuadro, el artista completó su ciclo de bodegones. El ciclo incluye varios cuadros, pero el "Aguador" es la joya de la corona de la galería. Contemplando este lienzo, podemos ver, como a través de una ventana, momentos de la vida del hombre corriente de la época, tan brillantemente y con tanto realismo transmitidos por cada trazo de los rostros, la ropa y los objetos. En El vendedor de agua de Sevilla, Velázquez aparece no sólo como un maestro de la pintura, sino también como un agudo observador, como un hombre con un íntimo conocimiento de los sentimientos y las emociones de la gente, su historia y sus tradiciones. El cuadro representa a un anciano que es comulgante del agua, nombre irónico que reciben los herejes y sectarios que no consumen carne ni vino y que ponen el agua pura en el centro de todo. Se puede ver el sentido de importancia con el que el portador del agua entrega el vaso transparente al joven adolescente y la reverencia con la que el chico lo acepta. Una especie de misterio hechizante reverbera en esta imagen. El extraño aguador, ensimismado en sus propios pensamientos, el niño con su rostro pensativo, la extraña y oscura figura del hombre grande del fondo. Las manos en el tallo del vaso, como si simbolizaran el encuentro de dos tiempos: la mano vieja pasa el agua a la joven.
Descripción del cuadro de Diego Velázquez "Aguador"
El cuadro "Aguador" fue pintado en 1622 por el extraordinariamente dotado y culto pintor español Velázquez. También tiene otro título, El vendedor de agua de Sevilla.
Con este cuadro, el artista completó su ciclo de bodegones. El ciclo incluye varios cuadros, pero el "Aguador" es la joya de la corona de la galería.
Contemplando este lienzo, podemos ver, como a través de una ventana, momentos de la vida del hombre corriente de la época, tan brillantemente y con tanto realismo transmitidos por cada trazo de los rostros, la ropa y los objetos.
En El vendedor de agua de Sevilla, Velázquez aparece no sólo como un maestro de la pintura, sino también como un agudo observador, como un hombre con un íntimo conocimiento de los sentimientos y las emociones de la gente, su historia y sus tradiciones.
El cuadro representa a un anciano que es comulgante del agua, nombre irónico que reciben los herejes y sectarios que no consumen carne ni vino y que ponen el agua pura en el centro de todo.
Se puede ver el sentido de importancia con el que el portador del agua entrega el vaso transparente al joven adolescente y la reverencia con la que el chico lo acepta.
Una especie de misterio hechizante reverbera en esta imagen.
El extraño aguador, ensimismado en sus propios pensamientos, el niño con su rostro pensativo, la extraña y oscura figura del hombre grande del fondo.
Las manos en el tallo del vaso, como si simbolizaran el encuentro de dos tiempos: la mano vieja pasa el agua a la joven. El agua siempre ha sido un símbolo de la vida, así que ¿qué es lo que el anciano entrega a la juventud?
Algunos críticos de arte sostienen que el cuadro no tiene tanto un significado abierto como una alegoría. En el centro del cuadro, un vaso de agua destaca como punto brillante. En el fondo de la copa se ve una higuera.
Tal vez se utilicen higos para dar al agua un sabor especial, o tal vez el pintor pintó este detalle porque los higos son un símbolo de erotismo. Entonces es comprensible la seriedad del muchacho y el desprendimiento del aguador. El aguador sólo ofrece al joven la fruta prohibida, y es decisión del muchacho aceptar o rechazar tal símbolo. El joven, por su parte, acepta el vaso.
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En esta obra, el autor presenta una escena cotidiana protagonizada por un hombre maduro que ofrece agua a un joven. El personaje principal, vestido con una túnica marrón y una camisa blanca arrugada, destaca por su rostro marcado por el tiempo y una expresión enigmática; parece observarnos directamente, invitando a la contemplación. Su mirada es intensa, casi desafiante, y sus labios esbozan una leve sonrisa que no revela sus intenciones.
El joven, con un atuendo más cuidado, extiende un vaso para recibir el agua. La diferencia de vestimenta sugiere una disparidad social entre ambos individuos; el hombre mayor podría ser un vendedor ambulante o un artesano, mientras que el niño aparenta pertenecer a una clase más acomodada.
La composición se centra en la interacción entre los dos personajes y en los recipientes de agua que descansan sobre una mesa rústica. Estos objetos, de cerámica tosca, enfatizan la sencillez del momento representado. La luz incide con fuerza sobre las figuras principales, creando contrastes dramáticos que resaltan sus rasgos y texturas. El fondo oscuro y difuso contribuye a concentrar la atención en el primer plano.
Subyacentemente, la pintura podría explorar temas como la hospitalidad, la caridad o el intercambio social. La acción de ofrecer agua, un elemento vital, puede interpretarse como un gesto de generosidad o una metáfora de la provisión y el sustento. La presencia del segundo personaje en el fondo, apenas esbozado, añade complejidad a la escena; su mirada parece seguir la interacción entre los dos protagonistas, sugiriendo una posible observación o juicio.
La obra se caracteriza por un realismo crudo y una atención meticulosa al detalle, especialmente en la representación de las expresiones faciales y las texturas de la ropa y los objetos. El uso del claroscuro intensifica el dramatismo y crea una atmósfera de misterio que invita a la reflexión sobre la condición humana y las relaciones sociales.