Himalayan pony Vasily Vereshchagin (1842-1904)
Vasily Vereshchagin – Himalayan pony
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Pintor: Vasily Vereshchagin
Ubicación: The State Tretyakov Gallery, Moscow (Государственная Третьяковская галерея).
Vasily Vereshchagin causó sensación no sólo en toda Rusia, sino también en Occidente en su momento. Sus cuadros fueron admirados en América e Inglaterra. En Suecia y Polonia. En su obra, que refleja, al parecer, escenas ordinarias de la vida, se escondía algo más. Sin embargo, con tanta popularidad, el artista no asistió a ninguna reunión, no expuso sus obras y, desde luego, no buscó el reconocimiento.
Descripción del cuadro de Vasily Vereshchagin "Pony del Himalaya".
Vasily Vereshchagin causó sensación no sólo en toda Rusia, sino también en Occidente en su momento. Sus cuadros fueron admirados en América e Inglaterra. En Suecia y Polonia.
En su obra, que refleja, al parecer, escenas ordinarias de la vida, se escondía algo más. Sin embargo, con tanta popularidad, el artista no asistió a ninguna reunión, no expuso sus obras y, desde luego, no buscó el reconocimiento. Trabajaba modestamente en su estudio, y los frutos de su trabajo se convertían en objeto de curiosidad para los demás.
Vereshchagin era de una casta militar, lo que sorprendió a muchos. Un verdadero militar, que había pasado por varias guerras, pero que aún así se las arregló para escribir tales obras maestras. La mayoría de sus obras están relacionadas con el Himalaya. Y uno de ellos es el Pony del Himalaya.
Si empiezas a mirar el lienzo, empezando por el fondo, puedes entender que el caballo enano está parado en un claro en medio de las montañas. La hierba tiene un tinte ligeramente amarillento, por lo que se puede suponer la época del año en que se pintó el cuadro: el otoño.
Los ponis no están hechos para viajes largos. Su uso, la mayoría de las veces, es característico del circo, o de los niños de familias adineradas. El animal, destinado a los paseos cortos y a la diversión, se encuentra solo, con la cabeza caída abatida, en medio de las montañas del Himalaya. Una pata se levanta ligeramente del suelo, aunque el resto del cuerpo muestra que el animal no se va a mover. ¿Qué hace aquí?
Afortunadamente, el poni se ha escapado y ahora está suelto, lejos del ruido y de los niños traviesos. O tal vez aquí se ha abierto el circo ambulante y el animal está de paseo. Lleva una silla de montar con una capa de colores extendida sobre ella. Por mucho que el artista le diera brillo, el cuadro seguía resultando oscuro. Al fin y al cabo, mirando la cara fruncida del poni, uno ya no presta atención a los elementos brillantes del cuadro.
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En el lienzo se observa un poni de color pálido, predominantemente blanco con tonalidades beige y marrones en su pelaje. El animal está representado de perfil, mostrando una musculatura definida aunque no excesivamente robusta. Porta una montura sencilla adornada con un tapiz ricamente decorado en tonos rojos, azules y ocres; este detalle contrasta fuertemente con la sobriedad del entorno y el color claro del poni.
El animal se encuentra en un paisaje abierto, caracterizado por una pradera extensa de hierbas secas y terrosas. El fondo es difuso, sugiriendo montañas lejanas bajo un cielo nublado y grisáceo. La paleta cromática general es terrosa y apagada, con predominio de marrones, ocres y verdes desaturados.
La luz incide sobre el poni, resaltando su figura y creando sombras suaves que definen su volumen. Sin embargo, la iluminación no es dramática; más bien, contribuye a una atmósfera tranquila y melancólica.
El poni parece estar en reposo, quizás esperando o descansando. Su mirada, aunque no completamente visible, sugiere cierta resignación o cansancio. La presencia del tapiz sobre su lomo podría interpretarse como un símbolo de carga, ya sea física o metafórica. El contraste entre la belleza y el detalle del adorno y la sencillez del animal y el paisaje evoca una reflexión sobre el trabajo, la resistencia y la adaptación a entornos difíciles.
La pintura transmite una sensación de soledad y aislamiento, acentuada por la vastedad del paisaje y la quietud del poni. La ausencia de figuras humanas o elementos que sugieran actividad refuerza esta impresión. Se percibe un cierto respeto hacia el animal como parte integral de este entorno agreste, posiblemente asociado a labores de transporte o supervivencia en condiciones adversas. El autor parece interesado en capturar no solo la apariencia física del poni, sino también su espíritu y su conexión con la naturaleza.