Pieta after Delacroix Vincent van Gogh (1853-1890)
Vincent van Gogh – Pieta after Delacroix
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Pintor: Vincent van Gogh
Ubicación: Van Gogh Museum, Amsterdam.
Vincent Willem van Gogh pintó en 1889 el cuadro Piedad, realizado en un óleo sobre lienzo. Fue pintado al final de su vida, durante un periodo de depresión interminable e inercia artística. Sin embargo, a pesar de la naturaleza trágica de la vida de Van Gogh, este periodo fue la cumbre de su carrera. Durante sus últimos años, el artista pintó más de ciento cincuenta obras. La Piedad fue una adición accidental al legado de Van Gogh.
Descripción del cuadro "Piedad" de Vincent van Gogh
Vincent Willem van Gogh pintó en 1889 el cuadro Piedad, realizado en un óleo sobre lienzo.
Fue pintado al final de su vida, durante un periodo de depresión interminable e inercia artística. Sin embargo, a pesar de la naturaleza trágica de la vida de Van Gogh, este periodo fue la cumbre de su carrera. Durante sus últimos años, el artista pintó más de ciento cincuenta obras.
La Piedad fue una adición accidental al legado de Van Gogh. Van Gogh dejó caer una litografía de la Piedad de Eugène Delacroix en la pintura y la dañó. El pintor admiraba la obra de Delacroix y trataba de comprender la ejecución y la técnica del cuadro. Muy apenado por lo ocurrido, decidió reproducir el cuadro perdido.
El cuadro está realizado con una peculiar manera creativa del artista, que por aquel entonces ya se había establecido en muchas de sus obras. Los tonos oscuros y la dinámica de la luz transmiten la tragedia del tema.
El lienzo representa a la Virgen María llorando a Jesucristo. Sus brazos extendidos abrazan el cuerpo muerto de su hijo. La expresión de mansedumbre de su rostro atestigua la inevitabilidad del acontecimiento. La suavidad de las líneas utilizadas para pintar el cuerpo de Cristo transmite su falta de aliento. El pintor muestra la multiplicidad de sentimientos a través de las imágenes de sus personajes, así como en el paisaje circundante.
Los historiadores del arte creen que Van Gogh retrató a Jesucristo en este cuadro, identificando su imagen con él mismo. Incomprendido, sufriendo, ridiculizado por la gente y no reconocido en vida, todo esto era típico del artista. Muchos también encuentran un parecido exterior.
El tema bíblico no es típico de la obra de Van Gogh, pero en la época en que lo pintó era un tema que le interesaba. Comprendía los fundamentos del cristianismo y, sin embargo, estaba totalmente comprometido con la pintura.
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La obra presenta una escena de profundo dramatismo y dolor. En primer plano, se observa a un hombre joven, semidesnudo, recostado sobre lo que parece ser un terreno rocoso y árido. Su cuerpo exhibe evidentes signos de sufrimiento físico; las marcas en su piel sugieren heridas o flagelaciones. La palidez de su tez acentúa la sensación de debilidad y muerte inminente. Sus brazos se extienden, uno hacia arriba con una expresión de súplica o resignación, el otro apoyado sobre el suelo, como buscando un último sostén.
Sobre él, una figura femenina lo sostiene con delicadeza, aunque su rostro transmite una profunda tristeza y desesperación. Viste ropas oscuras, destacando un tocado azul pálido que enmarca su cabeza. Su mirada se dirige hacia abajo, fija en el rostro del hombre, revelando una angustia silenciosa. La forma en que lo abraza no es la de una madre consoladora, sino más bien la de alguien abrumado por el dolor y la impotencia.
El fondo está compuesto por un paisaje ondulante, pintado con pinceladas gruesas y expresivas en tonos fríos de azul y verde. Esta técnica contribuye a crear una atmósfera opresiva y melancólica. La luz es tenue y difusa, lo que intensifica el sentimiento de desolación.
La composición general sugiere un momento de luto y pérdida. El contraste entre la figura masculina, vulnerable e inerte, y la femenina, afligida pero presente, evoca temas universales como el sufrimiento humano, la muerte y la compasión. La representación no se centra en una belleza idealizada, sino en la crudeza del dolor físico y emocional.
La intensidad de los colores y las pinceladas turbulentas sugieren un estado interior convulso, posiblemente reflejando la angustia existencial del artista o su empatía por el sufrimiento ajeno. La escena podría interpretarse como una representación de la piedad, pero despojada de cualquier idealización religiosa; se trata más bien de una expresión visceral y personal del dolor ante la muerte.