Cómo la inteligencia artificial está cambiando la forma en que compramos
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En los museos, estamos acostumbrados a ver los resultados de la selección humana: pinturas, esculturas y objetos que han resistido el paso del tiempo, la crítica y los rigores del tiempo. Algo similar ocurre en la vida cotidiana, solo que en lugar de curadores e historiadores del arte, estamos rodeados de algoritmos, calificaciones y listas interminables de productos. La inteligencia artificial se está convirtiendo gradualmente en una nueva herramienta de selección, influyendo en cómo percibimos las cosas y tomamos decisiones.
Del gusto a los datos: una nueva forma de curación
Tradicionalmente, la selección se basaba en la autoridad: la opinión de un experto, un crítico o la comunidad. Hoy en día, este proceso se delega cada vez más en sistemas capaces de analizar grandes cantidades de información. La inteligencia artificial no tiene gusto en el sentido tradicional, pero puede identificar patrones, calificaciones repetibles y conexiones ocultas entre las características y la experiencia del usuario.
En este sentido, la IA actúa como una especie de curador digital. No crea un objeto, pero ayuda a comprender cómo lo perciben muchas personas, dónde tiene éxito y dónde presenta problemas.
Tratar las reseñas como texto, no como ruido
Las reseñas de productos son un tipo especial de texto moderno. Son emotivas, contradictorias, a menudo subjetivas y frecuentemente distorsionadas por factores externos. A los humanos les cuesta percibirlas como una declaración coherente. La inteligencia artificial las aborda de forma diferente: como un conjunto de significados.
Los algoritmos analizan no solo las calificaciones, sino también la redacción, los temas recurrentes y el contexto de las quejas y los elogios. Esto es similar al análisis literario, donde el tema general, más que el fragmento individual, es importante. Este enfoque nos permite separar las impresiones aleatorias de las características consistentes de una obra.
Los beneficios de la IA para una elección informada
El valor práctico de la inteligencia artificial no reside en agilizar el proceso de elección, sino en clarificarlo. Ayuda a reducir el ruido informativo y a presentar el tema de forma más holística.
Se hace más evidente qué defectos son sistémicos y cuáles aleatorios, para qué casos de uso es más adecuado el producto y qué limitaciones se encontrarán. Como resultado, desaparece la ilusión del "producto perfecto" y surge una estrategia de elección más madura y serena.
WizeMart como ejemplo de uso de IA aplicada
La plataforma WizeMart puede considerarse un ejemplo de cómo se aplica la inteligencia artificial al análisis de objetos cotidianos. Los algoritmos no se utilizan para la promoción, sino para la interpretación: resumen las experiencias de los usuarios y crean clasificaciones basadas en la calidad, no en la popularidad percibida.
Desde una perspectiva cultural, este es un cambio interesante. El algoritmo se convierte en un mediador entre las cosas y las personas, ayudando a construir una percepción más significativa del mundo de los objetos.
Tecnologías y cultura cotidiana
Solemos pensar en la inteligencia artificial en el contexto del arte, la generación de imágenes o la música. Sin embargo, su impacto en las decisiones cotidianas no es menos significativo. Las decisiones que tomamos forman parte de la cultura moderna y reflejan nuestra actitud hacia la información, el tiempo y la confianza.
En este proceso, la IA no sustituye el gusto humano, sino que lo perfecciona. No decide por nosotros, pero nos ayuda a ver con mayor claridad, al igual que un texto de museo o un comentario curatorial nos ayudan a comprender mejor una exposición.
Conclusión
La inteligencia artificial se está convirtiendo cada vez más en una parte invisible de nuestra vida cotidiana, influyendo no tanto en las cosas en sí mismas, sino en cómo las entendemos. Está configurando un nuevo entorno en el que la elección deja de ser una reacción impulsiva a un anuncio o una reseña aleatoria y se asemeja cada vez más a un proceso de interpretación. En este sentido, la IA está convergiendo con las prácticas culturales de análisis que nos resultan familiares al trabajar con obras de arte, archivos y colecciones de museos.
Es importante destacar que la inteligencia artificial no pretende ser la portadora del gusto ni la verdad absoluta. Su valor reside en su capacidad de ensamblar impresiones humanas dispares en una imagen más coherente. Este enfoque no elimina la subjetividad, pero la hace transparente: las opiniones individuales dejan de ser aisladas y comienzan a percibirse como parte de la experiencia global.
El uso de la IA para elegir cosas también refleja un cambio cultural más amplio: un deseo de atención plena y de reducir el ritmo. En un mundo sobrecargado de información, el análisis algorítmico se está convirtiendo en una forma de recuperar el enfoque y devolverle significado, en lugar de un simple resultado, al proceso de elección. Los objetos comienzan a percibirse no como un artículo de consumo más, sino como elementos de la cultura cotidiana con los que las personas construyen relaciones a largo plazo.
En este contexto, proyectos como WizeMart pueden considerarse plataformas experimentales donde la tecnología cumple una función interpretativa, no intrusiva. Demuestran que los algoritmos no solo pueden aumentar la presión comercial, sino también funcionar como una herramienta de comprensión, ayudando a las personas a navegar en un mundo complejo de objetos.
Así, la inteligencia artificial se está integrando gradualmente en el panorama cultural, no como un tomador de decisiones autónomo, sino como mediador entre las personas, las cosas y la experiencia colectiva. Y es en esta capacidad que abre nuevas posibilidades para una actitud más atenta, reflexiva y responsable hacia los objetos que nos rodean.