Count Olivares Diego Rodriguez De Silva y Velazquez (1599-1660)

Descripción del cuadro "Retrato del Conde de Olivares" de Diego Velázquez

El abanico de intereses de Velázquez fue sorprendentemente amplio: escenas de género, temas históricos y religiosos, y temas mitológicos. El artista probó todos los estilos de pintura, hasta que se decidió por los retratos. La influencia de Caravaggio se aprecia claramente en su forma de pintar en la primera época. Sin embargo, muy pronto el artista cristalizó su propio estilo, bien reconocible por los entendidos. Pero la capacidad de ver detrás de la grandeza externa del interés propio y los vicios humanos permaneció.

El sentido de la armonía, la sutileza y la saturación del color son inherentes a cualquiera de los cuadros del maestro. El profundo conocimiento del carácter de la modelo, sus deseos ocultos y sus debilidades cuidadosamente disimuladas permitían al artista crear lienzos de una veracidad impresionante.

El artista logró lo que se propuso: dar vida a los retratos ceremoniales. Trabajando durante mucho tiempo en la corte de Felipe IV, el maestro se hizo famoso y muchos nobles buscaban encargarle un retrato, por lo que no faltaban modelos.

En su retrato del conde Olivares, el artista dio plena expresión a sus aspiraciones: dio vida a los rostros de los retratos ceremoniales. El conde aparece con una vestimenta deliberadamente modesta: negro con cuello blanco. Sobre un fondo oscuro, con pelo y barba oscuros, podría haberse disuelto. Pero su cara hinchada y sus ojos llamativamente vivos no lo permitían. En ellos se esconde el brillo acerado de un político calculador.

La expresión tranquila de su rostro no puede ocultar la fanfarronería de un dictador. El retrato fue pintado en el apogeo de la fama y la influencia de Olivares, pero el artista logró revelar su esencia interior y desvelar sus vicios ocultos.