The Land of Cockaigne Pieter Brueghel The Elder (1525-1569)
Pieter Brueghel The Elder – The Land of Cockaigne
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Pintor: Pieter Brueghel The Elder
Ubicación: Alte Pinakothek, Munich.
Bruegel era un maestro de la sátira. Más de una vez en sus obras se podía encontrar una risa implícita en relación con la sociedad holandesa. El País de los Ociosos de Bruegel, por ejemplo, también concentra un espíritu satírico. El artista se burla de una sociedad viciosa, resentida por no hacer nada para mejorar su existencia. El artista firmó su obra en la esquina izquierda, fechándola en 1567.
Descripción del "País de los perezosos" de Peter Brueghel
Bruegel era un maestro de la sátira. Más de una vez en sus obras se podía encontrar una risa implícita en relación con la sociedad holandesa. El País de los Ociosos de Bruegel, por ejemplo, también concentra un espíritu satírico. El artista se burla de una sociedad viciosa, resentida por no hacer nada para mejorar su existencia.
El artista firmó su obra en la esquina izquierda, fechándola en 1567. De hecho, es muy raro averiguar el año exacto del cuadro, ya que no todos los artistas fechan sus obras.
"El país de los holgazanes es un lugar fabuloso. Es un país que se ha hecho popular gracias a los cuentos de hadas europeos, en los que ha sido descrito más de una vez. Es un lugar donde los ríos de leche fluyen y las orillas son agrias.
El hecho de que exista un país en el que nadie hace nada más que comer dulces fue descrito por primera vez en un cuento poético de Hans Sachs. El autor lo escribió en 1536, pero no se publicó hasta 10 años después. Probablemente fue la base de su famoso cuadro. En general, el cuento tiene bastante en común con el cuadro pintado por el artista.
Al mismo tiempo, cada uno de los personajes del cuadro pertenece a una clase social diferente. Con ello, Bruegel ha demostrado que todos por igual no hacen nada: un caballero, un soldado, un campesino e incluso un escolar duermen en el suelo. También se burla del hecho de que todos son unos vagos acostumbrados a estar sentados sin hacer nada todo el tiempo.
Sin embargo, a pesar de que la imagen tiene muchos rasgos en común con el cuento de hadas, también tiene algunas características originales. Por lo tanto, es un error pensar que Breughel lo pintó basándose únicamente en la descripción del cuento. Por el contrario, añadió algo propio, lo que hace que el cuadro sea aún más original e inusual.
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La escena presentada exhibe un grupo de figuras humanas en un estado de abandono y excesiva indulgencia. Tres hombres yacen tendidos sobre el suelo, aparentemente exhaustos o adormecidos tras una fiesta desmedida. Sus posturas son relajadas hasta la dejadez, sugiriendo una pérdida total del control. Uno de ellos descansa con la cabeza apoyada en un tambor, mientras que otro tiene un libro abierto a su lado, posiblemente indicando una renuncia al conocimiento o a las responsabilidades intelectuales.
En el centro de la composición, bajo la sombra de un árbol robusto, se observa una mesa circular repleta de alimentos: frutas, huevos y otros manjares. La abundancia es evidente, casi obscena en su profusión. A un lado, una mujer prepara más comida dentro de una estructura rudimentaria, reforzando la idea de un suministro inagotable de placeres culinarios.
El paisaje circundante se caracteriza por elementos extraños y simbólicos. Se distingue un cuerpo humano parcialmente sumergido en el agua, posiblemente representando las consecuencias del exceso o la tentación. La presencia de animales, como los cerdos que se alimentan cerca de una figura recostada, añade una capa de crudeza y animalidad a la escena.
La pintura parece explorar la temática de la gula y la pereza, dos de los siete pecados capitales. El ambiente general es de desorden y falta de moderación. La representación no glorifica el placer hedonista, sino que lo presenta como algo degradante y potencialmente destructivo.
Se puede inferir una crítica social implícita a las clases privilegiadas o a aquellos que se entregan sin restricciones a los vicios. El cuadro podría interpretarse como una advertencia sobre los peligros de la indulgencia excesiva y la importancia del autocontrol, así como una reflexión sobre la naturaleza efímera de los placeres terrenales. La composición, con su atención al detalle y su simbolismo complejo, sugiere un mensaje moralizante subyacente.