A Burial at Ornans Gustave Courbet (1819-1877)
Gustave Courbet – A Burial at Ornans
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Pintor: Gustave Courbet
La obra de Gustave Courbet está dedicada a su abuelo, tras cuyo funeral se le ocurrió la idea de plasmar el acontecimiento en un lienzo. Muchos de los asistentes estaban ansiosos por estar en el cuadro. Y así sucedió. Como dijo el artista después, era muy difícil acomodar a tanta gente en su pequeño estudio. Lo posaron el vicario que dirigió la ceremonia, el alcalde que asistió al funeral y el pueblo llano que cantó por el fallecido.
Descripción del cuadro de Gustave Courbet "Funeral en Ornan".
La obra de Gustave Courbet está dedicada a su abuelo, tras cuyo funeral se le ocurrió la idea de plasmar el acontecimiento en un lienzo. Muchos de los asistentes estaban ansiosos por estar en el cuadro. Y así sucedió. Como dijo el artista después, era muy difícil acomodar a tanta gente en su pequeño estudio. Lo posaron el vicario que dirigió la ceremonia, el alcalde que asistió al funeral y el pueblo llano que cantó por el fallecido. Muchos de los que Courbet había omitido invitar se ofendieron con él, exigiendo su participación.
La atmósfera sombría del funeral se ve subrayada tanto por las muecas en los rostros de los presentes como por el fondo del cielo. Muchas no pudieron soportar ocultar sus rostros bajo los pañuelos, mientras que otras llevaron a cabo la ceremonia con rostros serenos. Dado que la mayor parte de la obra de Courbet se ha oscurecido con el tiempo, cabe suponer que la acción se desarrolla a plena luz del día. Esta conjetura también parece acertada, dadas las nubes blancas del borde derecho del cuadro.
A la izquierda podemos ver a personas con sombrero que llevan un ataúd. Sus rostros están abatidos, lo que subraya la importancia del fallecido en vida. La tristeza también es evidente en los invitados de honor. Por ejemplo, el alcalde en su triángulo negro. Está cerca de la fosa funeraria y extiende su mano. Junto a él se encuentra un pariente aparentemente cercano de Courbet. Se sienta sobre una rodilla y espera a que bajen el ataúd.
Es especialmente llamativa la cruz con el crucificado. Al principio uno puede sentirse desconcertado, porque de dónde viene un fenómeno así en medio de la campiña francesa. Y la época, a juzgar por la vestimenta de los presentes, es cercana al siglo XVIII. Sin embargo, si se mira más de cerca, queda claro que se trata de una cruz con un crucifijo, sostenida en las manos de un ministro de la iglesia. Entonces, todo se pone en su sitio.
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En primer plano, observamos al clero, ataviado con hábitos blancos y negros, liderando aparentemente la ceremonia. Sus rostros son serios y concentrados, aunque no se percibe una expresión de fervor religioso intenso. A su alrededor, un grupo diverso de individuos –hombres, mujeres, ancianos– conforman el resto del cortejo fúnebre. La variedad en sus atuendos sugiere diferentes estratos sociales dentro de la comunidad local.
La paleta cromática es terrosa y apagada, dominada por tonos marrones, grises y ocres. Esta sobriedad contribuye a crear una atmósfera sombría y realista. El cielo plomizo y el terreno árido refuerzan esta sensación de melancolía y austeridad.
La disposición de las figuras es notablemente carente de jerarquía o idealización. No hay un personaje central que destaque sobre los demás; todos parecen participar en la ceremonia con una actitud similar, sin grandes demostraciones de dolor o emoción. Esta falta de dramatismo es deliberada y contrasta con las representaciones tradicionales de escenas funerarias, donde solía enfatizarse el sufrimiento individual y la trascendencia espiritual.
La inclusión de un perro al final del grupo podría interpretarse como un símbolo de lealtad y compañía en el duelo, o simplemente como un elemento más de la vida cotidiana presente incluso en momentos de solemnidad.
En general, la obra parece enfocarse en la representación honesta y directa de una ceremonia funeraria común, sin adornos ni sentimentalismos excesivos. Se percibe una reflexión sobre la mortalidad, la comunidad y el ciclo natural de la vida y la muerte, abordada desde una perspectiva realista y desprovista de grandilocuencia. La ausencia de elementos heroicos o religiosos prominentes sugiere un cuestionamiento implícito de las convenciones artísticas tradicionales y una atención a la experiencia humana en su forma más simple y cotidiana.