Jan Brueghel The Elder – The Garden of Eden with fall of man
Ubicación: Victoria and Albert Museum, London.
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La obra presenta una densa composición poblada por una multitud de animales y dos figuras humanas en primer plano. El escenario es un paisaje exuberante, casi laberíntico, dominado por árboles frondosos y una vegetación variada que sugiere un entorno paradisíaco. Un gran árbol central, con ramas retorcidas y frutos abundantes, actúa como eje visual de la composición.
En el lado izquierdo, se observa a una pareja humana; uno de ellos está recibiendo un fruto de manos de una serpiente, mientras que varios animales pequeños los rodean, algunos mostrando curiosidad y otros actitudes más agresivas o depredadoras. A su alrededor, aves exóticas pueblan las ramas superiores del árbol principal.
En la parte derecha del lienzo, el paisaje se abre a una escena con una mayor concentración de animales: caballos, ciervos, leones, ovejas y otras criaturas interactúan en un espacio más despejado. Un grupo de figuras humanas secundarias aparece entre los árboles, aunque su presencia es menos prominente que la pareja inicial.
La abundancia de especies animales no parece ser meramente decorativa; se percibe una diversidad que podría simbolizar la totalidad de la creación. Sin embargo, esta armonía aparente se ve perturbada por la escena central: la serpiente y el acto de recibir el fruto sugieren un momento de transgresión o tentación. La presencia de animales con comportamientos agresivos en las cercanías de la pareja humana anticipa una ruptura del orden natural.
El tratamiento detallista de cada elemento, desde las texturas de los pelajes hasta las hojas de los árboles, denota un interés por la representación precisa del mundo natural. No obstante, esta minuciosidad contrasta con la atmósfera general de idealización y simbolismo que impregna la obra. La luz difusa y el colorido vibrante contribuyen a crear una sensación de belleza terrenal, pero también insinúan una fragilidad inherente a este estado paradisíaco.
La composición sugiere un antes y un después: la inocencia inicial representada por la abundancia y la armonía animal, confrontada con el acto que desencadena la pérdida de esa perfección original. La serpiente, como agente perturbador, introduce la conciencia del bien y del mal, marcando el inicio de una nueva era para la humanidad. El paisaje, aunque bello, se presenta como un espacio vulnerable a la corrupción y al conflicto.