Le bonheur de vivre (The Joy of Life), 1905-1906, 17 Henri Matisse (1869-1954)
Henri Matisse – Le bonheur de vivre (The Joy of Life), 1905-1906, 17
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Pintor: Henri Matisse
En marzo de 1906 se celebró una segunda exposición del fauvismo. No podía faltar el llamativo cuadro del líder fauvista Henri Matisse, titulado La alegría de vivir. El artista había empezado a trabajar en ella el año anterior, durante su estancia en el sur de Francia. En una zona más soleada de Francia, Matisse decidió llevar sus ideas a un nuevo estudio. El local alquilado en un monasterio abandonado resultó ser muy espacioso, lo que sin duda influyó en las obras maestras que creó allí. La libertad de espacio inspiró la libertad de pensamiento.
Descripción del cuadro La alegría de vivir de Henri Matisse
En marzo de 1906 se celebró una segunda exposición del fauvismo. No podía faltar el llamativo cuadro del líder fauvista Henri Matisse, titulado La alegría de vivir. El artista había empezado a trabajar en ella el año anterior, durante su estancia en el sur de Francia.
En una zona más soleada de Francia, Matisse decidió llevar sus ideas a un nuevo estudio. El local alquilado en un monasterio abandonado resultó ser muy espacioso, lo que sin duda influyó en las obras maestras que creó allí.
La libertad de espacio inspiró la libertad de pensamiento. "La alegría de vivir", un lienzo de más de dos metros de ancho, es de un estilo totalmente nuevo, no sólo para el propio Matisse, sino para las bellas artes en general. Sus rasgos distintivos son los siguientes: las grandes áreas están pintadas en un solo color, las figuras están delineadas con líneas gruesas, la naturaleza de la imagen es similar a las miniaturas persas y a los grabados japoneses.
El pintor francés ha transmitido hábilmente un torbellino de emociones a través del juego de colores y la modificación de las formas. "La alegría de vivir" combina motivos de bacanal desenfrenada con la pacificación de lo pastoral. Las figuras desnudas de hombres y mujeres se distribuyen uniformemente en la mitad inferior del lienzo.
Sorprendentemente, el artista ha optado por no respetar siempre la regla de la perspectiva: las figuras de diferentes tamaños están al mismo nivel. Esta técnica hace que uno se pierda en el espacio del cuadro. Como una dulce ilusión de colores, absorbe la mirada, aferrándose a las figuras de parejas enamoradas que bailan, reflexionan y se abrazan.
El cielo, el mar, la playa y los densos árboles sirven de telón de fondo a los veraneantes. Salpicaduras de azul, verdes, naranjas y amarillos deslumbrantes evocan una sensación de armonía y celebración.
Leo Stein, un coleccionista estadounidense, compró "La alegría de vivir" en la exposición. El cuadro se expone ahora en Estados Unidos, en la Barnes Gallery.
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La composición presenta un grupo numeroso de figuras humanas desnudas dispuestas en un paisaje exuberante y poco convencional. El espacio se articula mediante planos de color intensos y contrastantes, donde predominan tonos cálidos como el rojo, naranja y amarillo, combinados con verdes y rosas más suaves. La perspectiva tradicional está ausente; la profundidad se sugiere a través de la superposición de formas y la variación cromática, pero sin una lógica espacial realista.
En primer plano, observamos figuras recostadas o en posturas relajadas, algunas interactuando entre sí, otras aparentemente absortas en sus propios pensamientos. La paleta es vibrante, aunque no se busca un naturalismo detallado; las formas son simplificadas y estilizadas, con contornos definidos que acentúan la bidimensionalidad de la obra.
Hacia el fondo, una agrupación más dinámica sugiere movimiento y celebración. Se vislumbra un cuerpo de agua tenue, posiblemente el mar, delimitando el horizonte. La vegetación es densa y fantástica, con árboles de formas irregulares y colores poco convencionales.
La atmósfera general evoca una sensación de placidez y sensualidad. Las figuras parecen estar inmersas en un estado de bienestar físico y emocional, ajenas a las preocupaciones cotidianas. Sin embargo, la ausencia de narrativa clara y la artificialidad del entorno sugieren que no se trata de una representación literal de la realidad, sino más bien de una idealización o evocación de un paraíso perdido.
Se puede inferir una reflexión sobre el cuerpo humano como fuente de placer y conexión con la naturaleza. La obra podría interpretarse como una búsqueda de la armonía entre el individuo y su entorno, o como una expresión del deseo de escapar de las restricciones sociales y morales. La falta de jerarquía en la composición y la igualdad aparente entre los personajes sugieren un ideal de comunidad y libertad. El uso de colores brillantes y formas simplificadas apunta a una estética que prioriza la emoción y la experiencia sensorial sobre la representación mimética.