Gauguin (19) Paul Gauguin (1848-1903)
Paul Gauguin – Gauguin (19)
Editar atribución
Descargar a tamaño completo: 1906×1469 px (0,4 Mb)
Pintor: Paul Gauguin
Paul Gauguin, hijo de un periodista francés y de una criolla peruana de familia acomodada, pasó su infancia en Perú con la familia de su madre. Los brillantes trajes de los habitantes nativos de Sudamérica, lo relajado de su comportamiento y lo insólito de su naturaleza fueron las primeras impresiones de la infancia del futuro pintor y configuraron en parte su mundo interior, dándole una carga positiva para la vida.
Descripción del cuadro de Paul Gauguin La esposa del rey
Paul Gauguin, hijo de un periodista francés y de una criolla peruana de familia acomodada, pasó su infancia en Perú con la familia de su madre. Los brillantes trajes de los habitantes nativos de Sudamérica, lo relajado de su comportamiento y lo insólito de su naturaleza fueron las primeras impresiones de la infancia del futuro pintor y configuraron en parte su mundo interior, dándole una carga positiva para la vida. Tras terminar la escuela y la escuela de náutica en Francia, haber creado una familia con éxito, amasado una fortuna y viajado por todo el mundo, Paul tenía, sin embargo, un fuerte gusto por los lugares exóticos, como aquel en el que pasó su infancia.
Gauguin llamó a la civilización y a todos sus signos "una enfermedad". El primer viaje a Tahití proporcionó al hombre cansado todo lo que le faltaba en el mundo civilizado. Al volver a Francia, trajo consigo más de ochenta cuadros, pero sin éxito ni reconocimiento, regresó a la Polinesia. Paul Gauguin fue el primer artista europeo que renunció al realismo en favor del primitivismo y la pintura ingenua para acercarse a la naturaleza.
Pintada por Gauguin durante su segundo viaje a Tahití, La esposa del rey es una de las obras más significativas del artista. El cuadro es un desafío abierto a la tradición pictórica europea e incluso puede ser una especie de burla a la misma. La pose de la belleza tahitiana repite exactamente la pose de Olimpia del cuadro homónimo de Manet y copia parcialmente la Venus de Urbino de Tiziano. Sin embargo, Gauguin no fija la atención del espectador en un mito concreto, sino que llena su tema de múltiples signos y símbolos.
En el fondo podemos ver el árbol del conocimiento (el árbol del bien y del mal), que es una referencia directa al Antiguo Testamento, y a los ancianos que conversan, apenas visibles en la sombra de los árboles. La Eva tahitiana se prepara para probar la fruta que le dará el conocimiento: una fruta roja y brillante está a los pies de la muchacha, una joven criada recoge fruta fresca de las ramas. Los rasgos de la mujer del retrato recuerdan a los de Tehoura, la esposa de Gauguin; así, al retratarla como Eva, se ve a sí mismo como Adán.
El retrato de la esposa del artista se apoya también en el gran abanico rojo que lleva la tahitiana en la mano: Paul ya había pintado a Tehurah con este abanico, que probablemente era su accesorio favorito. El título del cuadro también es significativo: al nombrar a su esposa Reina, el artista se imagina a sí mismo como un rostro real, el rey de la pintura o el rey blanco de Tahití. Además, el artista simplifica conscientemente las formas, en la medida de lo posible: a diferencia de "Olympia" y "La Venus de Urbino", con sus cuerpos detallados y minuciosamente pintados, Gauguin dibuja a su amada como un niño dibujaría a una mujer desnuda.
La ausencia de todo pudor, la celebración de la belleza del cuerpo desnudo, rasgo característico de los últimos retratos de Gauguin. Al ir a la Polinesia con un "billete sencillo", protestó abiertamente contra toda civilización y admiró la naturalidad e ingenuidad de los nativos, que no conocen el sentido de la vergüenza. Este comportamiento de los nativos le recordaba al artista el prístino paraíso bíblico, y Tahití lo consideraba un verdadero paraíso en la tierra. El fino detalle de la pintura también habla a favor de la versión del Antiguo Testamento. "Árboles en flor, un perro vigilando, dos palomas arrullando a la derecha", escribió el autor sobre su creación. "La esposa del rey" demuestra la sorprendente unidad del hombre con la naturaleza. Los colores brillantes y jugosos evocan una sensación de calor tropical, el eterno verano ecuatorial. Gauguin muestra al espectador un mundo que no ha sido tocado por el mal y sobre el que la civilización no tiene poder.
Кому понравилось
Пожалуйста, подождите
На эту операцию может потребоваться несколько секунд.
Информация появится в новом окне,
если открытие новых окон не запрещено в настройках вашего браузера.
Necesitas iniciar sesión
Для работы с коллекциями – пожалуйста, войдите в аккаунт (abrir en nueva ventana).



















No se puede comentar Por qué?
En el lienzo se observa a un joven recostado sobre una superficie terrosa cubierta de frutos naranjas y hojas caídas. El cuerpo del sujeto es el foco principal; está representado desnudo, con una musculatura definida pero no idealizada, lo que sugiere una aproximación al realismo anatómico sin caer en la perfección clásica. Su postura es relajada, casi indolente, con un brazo sirviendo de apoyo a su cabeza y la mirada dirigida hacia el espectador con una expresión serena e introspectiva.
El entorno circundante se presenta como un espacio exuberante, aunque no detallado minuciosamente. Un árbol frondoso domina la composición, sus ramas cargadas de hojas y flores que aportan luminosidad a la escena. En segundo plano, se vislumbra una vegetación más densa y formas montañosas difusas, creando una sensación de profundidad y aislamiento. La paleta cromática es rica en tonos cálidos – naranjas, amarillos, ocres – contrastados con los marrones terrosos y verdes oscuros del follaje.
La presencia de los frutos dispersos puede interpretarse como un símbolo de fertilidad y abundancia, elementos recurrentes en representaciones paradisíacas o edénicas. La desnudez del joven, combinada con su actitud contemplativa, podría aludir a una conexión primordial con la naturaleza, libre de las convenciones sociales. La flor detrás de la oreja del sujeto introduce un elemento decorativo y cultural que sugiere exotismo y una posible referencia a rituales o tradiciones no occidentales.
El tratamiento de la luz es difuso, sin sombras marcadas, lo que contribuye a crear una atmósfera onírica y atemporal. La composición general se caracteriza por su horizontalidad, reforzando la sensación de calma y reposo. La figura humana, aunque central, no domina completamente el espacio; más bien, parece integrarse armoniosamente en el paisaje, como parte inseparable del entorno natural. Se percibe una tensión entre la representación realista del cuerpo y la idealización del contexto, sugiriendo una búsqueda de un estado de pureza o inocencia perdida.