Hieronymus Bosch – Temptation of St. Anthony, central panel of the triptych
Ubicación: National Museum of Ancient Art, Lisbon (Museu Nacional de Arte Antiga).
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La composición presenta una escena densamente poblada y repleta de detalles, dominada por un edificio ruinoso que se alza en el centro. En primer plano, un hombre con vestimenta clerical, arrodillado y aparentemente absorto en sus pensamientos, es el foco principal. A su alrededor, se despliega un caos de figuras humanas y criaturas fantásticas, todas dirigidas hacia él.
En la parte inferior izquierda, observamos una serie de personajes que parecen ofrecerle tentaciones mundanas: una mujer vestida con ropas suntuosas, músicos tocando instrumentos, y otros individuos entregados a placeres carnales. A su derecha, un grupo de figuras montadas en animales grotescos –parte caballo, parte demonio– se acercan con intenciones amenazantes. La presencia de objetos como el dinero, la comida abundante y los espejos sugiere una representación de las vanidades terrenales.
El fondo está dividido en dos zonas contrastantes. A la izquierda, un paisaje infernal con incendios y campamentos militares evoca la guerra y la destrucción. A la derecha, un horizonte más sereno con edificios distantes y figuras volando podría simbolizar el cielo o una posible salvación.
En la parte superior de la estructura central, pequeños seres alados observan la escena desde arriba, posiblemente representando ángeles o demonios que influyen en los acontecimientos. La luz es difusa y desigual, creando sombras pronunciadas que acentúan la atmósfera inquietante y perturbadora.
La pintura parece explorar el conflicto interno entre la fe y las tentaciones del mundo material. El hombre arrodillado se encuentra en una encrucijada, asediado por fuerzas opuestas que buscan desviarlo de su camino espiritual. La abundancia de detalles simbólicos –los animales fantásticos, los objetos lujosos, los paisajes contrastantes– sugiere una reflexión sobre la fragilidad humana y la lucha constante contra el pecado y la perdición. Se percibe un fuerte componente moralizante, advirtiendo sobre los peligros de sucumbir a las pasiones y los placeres efímeros. La arquitectura en ruinas podría representar la decadencia del alma o la pérdida de la virtud.