vrubel lilacs 1900 Mikhail Vrubel (1856-1910)
Mikhail Vrubel – vrubel lilacs 1900
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Pintor: Mikhail Vrubel
El amor del artista por la naturaleza le permite transmitir a través de sus pinceles la belleza única de la inflorescencia de la lila. Los exuberantes y densos racimos del arbusto de lilas, en plena floración, combinan brillantes luces púrpuras y tonos blancos como la nieve. Están llenos de la calidez de la luz, están vivos con la vida y parece que cuando se respira profundamente se puede sentir su fragancia.
Descripción del cuadro Lilas de Mikhail Vrubel
El amor del artista por la naturaleza le permite transmitir a través de sus pinceles la belleza única de la inflorescencia de la lila. Los exuberantes y densos racimos del arbusto de lilas, en plena floración, combinan brillantes luces púrpuras y tonos blancos como la nieve. Están llenos de la calidez de la luz, están vivos con la vida y parece que cuando se respira profundamente se puede sentir su fragancia. Los elementos de los arbustos de flores y hierbas están representados de forma muy bella y bastante prosaica, con el uso de detalles sutiles y refinados. El pintor destaca la importancia de la naturaleza para el hombre, pintando lilas en la mayor parte del lienzo.
Los arbustos de lilas llenan densamente el espacio del cuadro, creando una impresión de inmensidad más allá de los límites de la pintura. Las lilas representadas son muy vivas, parecen "respirar", emergiendo de vez en cuando de la masa general de verdor, condensándose de vez en cuando en los elementos de la inflorescencia. La característica principal del cuadro es la silueta femenina, que lleva la creación o el nacimiento de algo humano. La silueta de una joven se distingue de las formas, pero no hay líneas claras entre el fondo y la figura. La imagen es bastante vaga, muy simple, su figura está oculta por el artista detrás de la larga y espesa cabellera oscura suelta.
Tal vez la hora del crepúsculo, cercana al anochecer, haya sido elegida deliberadamente para la imagen con el fin de preservar el misterio de la imagen de la doncella. La chica de figura frágil es como un hada que se esconde de los ojos humanos en color lila, o quizás es el alma de este lila. La ropa que lleva parece un borrón oscuro, no tiene detalles, en forma de pasamontañas. Su imagen parece surgir del reino de la naturaleza.
Mirando el cuadro, uno puede disfrutar y maravillarse con la belleza de la naturaleza y penetrar en las profundidades del misterio de los espíritus. Observando la belleza de las lilas y la imagen de la niña, uno entiende cómo todo está interconectado aquí, y es una pena que la belleza no sea eterna.
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La obra presenta una densa acumulación de lilas que ocupan casi toda la superficie pictórica. El tratamiento del color es vibrante y fragmentado; se observa una paleta rica en tonos violetas, malvas, verdes oscuros y pinceladas rosadas que sugieren la luminosidad efímera de las flores. La forma no está definida con precisión: los contornos se disuelven en un juego de luces y sombras, creando una sensación de movimiento y proliferación orgánica.
En el primer plano, emerge tenuemente la silueta de una figura humana, casi absorbida por la masa floral. Su presencia es ambigua; su rostro permanece oculto, y sus extremidades parecen fundirse con los tallos y las hojas. La postura sugiere un gesto de anhelo o sumisión ante la exuberancia natural que la rodea.
La composición transmite una fuerte carga emocional. El predominio del color violeta, históricamente asociado a la melancolía y el misterio, junto con la oscuridad de la figura humana, evocan sentimientos de introspección y soledad. La abundancia de las lilas podría interpretarse como un símbolo de fertilidad y vitalidad, pero también de una fuerza abrumadora que desborda al individuo.
La obra parece explorar la relación entre el ser humano y la naturaleza, no como una dominación o control, sino como una inmersión total en su poderío. La figura humana se presenta vulnerable y casi anónima, reducida a un elemento más dentro de un paisaje que la trasciende. Se intuye una reflexión sobre la fragilidad de la existencia individual frente a la inmensidad del mundo natural y el paso implacable del tiempo. El carácter casi abstracto de las formas contribuye a crear una atmósfera onírica y simbólica, invitando al espectador a una interpretación personal y subjetiva.