Frida Kahlo – 1951 Self-Portrait with the Portrait of Doctor Farill
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La obra presenta una autorrepresentación femenina en un espacio interior austero, posiblemente un estudio o habitación sencilla. La figura central, vestida con un atuendo blanco y una falda oscura plisada, se encuentra sentada sobre lo que parece ser una silla de ruedas. Su postura es rígida y formal, aunque la expresión facial sugiere una melancolía contenida. El rostro está enmarcado por un cabello oscuro recogido y adornado con un collar discreto.
En su regazo sostiene un corazón humano expuesto, detalladamente representado con sus vasos sanguíneos y cavidades. Este elemento es de particular relevancia, ya que introduce una fuerte carga simbólica relacionada con el sufrimiento físico y emocional. La mano derecha de la figura lo abraza con delicadeza, mientras que la izquierda sostiene unas varillas de madera, quizás un soporte o herramienta.
A su derecha se alza un caballete sobre el cual descansa el retrato de un hombre calvo, vestido con traje y corbata. El rostro del retratado es serio y distante, contrastando con la vulnerabilidad evidente en la figura principal. La mirada del hombre parece dirigirla hacia adelante, sin establecer contacto directo con la autorrepresentación.
El fondo de la pintura es minimalista: paredes lisas en tonos neutros que acentúan la sensación de aislamiento. El suelo de madera aporta calidez al conjunto, pero no disminuye la atmósfera general de introspección y dolor.
La composición sugiere una relación compleja entre la figura femenina y el hombre retratado. La presencia del corazón expuesto indica un sufrimiento profundo, posiblemente relacionado con una enfermedad o pérdida. El retrato podría representar a una figura médica o alguien cercano que ha sido testigo o causante de ese padecimiento. El uso de la silla de ruedas refuerza la idea de fragilidad física y dependencia.
En conjunto, la pintura transmite una sensación de dolor, soledad y reflexión sobre el cuerpo, la enfermedad y las relaciones interpersonales. La autorrepresentación no se presenta como un retrato idealizado, sino como una expresión honesta de vulnerabilidad y sufrimiento.