Berthe Morisot with a Fan Édouard Manet (1832-1883)

El óleo presenta una figura femenina sentada, casi completamente absorbida por la oscuridad de su vestimenta. La mujer viste un traje formal, presumiblemente de luto o para una ocasión solemne, caracterizado por amplias faldas y mangas ajustadas. La paleta cromática es restringida; predominan los tonos marrones oscuros y ocres que definen tanto el atuendo como el fondo, creando una atmósfera íntima y melancólica.
El elemento más llamativo es el abanico que la mujer sostiene frente al rostro, ocultando gran parte de sus rasgos faciales. Este gesto, lejos de ser meramente coqueto o protector del sol, sugiere un velamiento, una barrera entre la observador y la identidad de la retratada. La posición de las manos, delicadas pero firmes sobre el abanico, denotan cierta reserva y control.
El espacio circundante es ambiguo; se intuyen elementos arquitectónicos como una puerta o un mueble, pero carecen de detalles que permitan situar a la mujer en un contexto específico. Esta falta de información refuerza la sensación de aislamiento y introspección. La luz, tenue e indirecta, modela suavemente las formas, enfatizando el volumen del vestido y la textura de los tejidos.
Se puede inferir una reflexión sobre la condición femenina en la sociedad de la época. El abanico, un accesorio tradicional asociado a la feminidad, se convierte aquí en símbolo de ocultamiento y quizás, de una cierta incomodidad o vulnerabilidad ante la mirada ajena. La oscuridad del vestuario podría aludir a un estado emocional complejo, como el duelo, la reflexión profunda o incluso una crítica sutil a las convenciones sociales que limitaban la expresión individual. La obra no busca retratar una belleza idealizada, sino más bien capturar un instante de intimidad y misterio, invitando al espectador a especular sobre la historia y los sentimientos de la mujer representada.