Nikolay Feshin – My daughter Iya (Iya with melon) (1923)
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En esta obra se observa a una niña pequeña, sentada y absorta en la tarea de partir o manipular una pieza de melón. La figura infantil es el foco central, vestida con un camisón blanco que sugiere intimidad y un ambiente doméstico. Su cabello rubio, recogido parcialmente en trenzas sueltas, añade un toque de naturalidad a la escena.
La paleta cromática se caracteriza por tonos cálidos y terrosos, predominando los ocres, dorados y rojos apagados. La luz parece difusa, creando sombras suaves que modelan el rostro y las manos de la niña, así como los objetos circundantes. El pincelado es visiblemente suelto e impresionista, con texturas ricas y una aplicación generosa de la pintura al óleo.
Frente a ella, sobre una superficie clara posiblemente un mantel o mesa baja, se encuentra una composición de frutas: melones cortados, otras piezas enteras y lo que parecen ser ciruelas u otros frutos oscuros. Esta disposición de alimentos podría interpretarse como una representación de abundancia y prosperidad, pero también evoca la fugacidad de la vida y la naturaleza perecedera de las cosas.
En el fondo, se distingue un arreglo floral con amapolas rojas y flores blancas, que aportan un contraste vibrante a la composición general. La presencia de estos elementos naturales refuerza la idea de una escena cotidiana, impregnada de belleza simple y delicadeza.
La mirada concentrada de la niña sugiere una conexión íntima con el objeto que tiene entre manos. No se trata simplemente de un acto físico de comer o preparar comida; parece haber una contemplación silenciosa, quizás incluso una exploración sensorial del melón. La postura relajada y la atmósfera serena transmiten una sensación de paz y bienestar.
Subyacentemente, la pintura podría aludir a temas como la inocencia infantil, el paso del tiempo y la importancia de apreciar los pequeños placeres de la vida. La representación de la niña en un contexto doméstico sugiere también una reflexión sobre el papel de la mujer y la maternidad, aunque sin caer en estereotipos evidentes. El autor parece más interesado en capturar un momento fugaz de intimidad y conexión emocional que en transmitir un mensaje moral o social específico.