Confucionismo:
el culto a los antepasados difuntos Traductor traducir
El filósofo chino Lao Tzu es considerado el fundador de la doctrina del Tao, y la filosofía de Confucio surgió casi simultáneamente con esta doctrina. Uno de sus principales componentes es el culto a los antepasados, y no sólo a los recién fallecidos, sino también a los más lejanos - hasta la 4ª generación. Tras la muerte de un miembro de la familia, se construye un muñeco que representa al difunto y se le alimenta simbólicamente. Se cree que el alma se traslada a él tras la muerte, por lo que este muñeco debe ser honrado de todas las formas posibles.
Cada uno de los antepasados fallecidos tiene una placa especial dedicada a él, que se guarda en un armario destinado a este fin. Todas las mañanas, todos los miembros de la familia se inclinan ante la placa, encienden velas y hacen ofrendas de bebida y comida en los días correspondientes. Ante las placas hay que hacer un informe de lo que ocurre en la familia y de cómo se comporta uno u otro miembro de la casa. Los chinos no dudan de que las almas de los antepasados oyen todo esto y seguro que dan consejos.
Siguiendo los postulados de la doctrina Tao, el cuerpo físico debe considerarse como una combinación de espíritus y principios divinos. Si una persona quiere asegurarse la inmortalidad, debe intentar vivir de modo que los espíritus no abandonen el cuerpo durante el mayor tiempo posible. Es posible conseguirlo de varias maneras. Una de ellas – es necesario limitarse en la alimentación, especialmente que no tenga origen vegetal, y también cumplir con ciertos ejercicios respiratorios y físicos. Bueno, y lo que es más importante, según los apologistas de la doctrina del confucianismo, sólo se puede alcanzar la inmortalidad cometiendo al menos 1200 actos honorables. Hay que tener en cuenta que una sola mala acción anulará todo lo conseguido anteriormente.
Los chinos estaban convencidos de que un niño al nacer tiene dos almas: una material, que aparece inmediatamente después de la concepción, y otra espiritual, que entra en el cuerpo después del nacimiento. La primera alma va al inframundo, la segunda asciende al cielo después de la muerte.
Es deber sagrado de un pariente cuidar de la vida póstuma de las almas, pues, en opinión de los chinos, influirán en la vida de sus descendientes. Confucio dijo: «Cuando la madre y el padre mueren, hay que enterrarlos debidamente según las leyes de los antepasados y hacerles sacrificios» (Lun Yu, 2.5).
Sin embargo, según el confucianismo, sólo se debe honrar a los muertos propios, no a los muertos de extraños: de lo contrario, «pagar tributo en forma de sacrificio a los espíritus de los antepasados no nativos es adulación» (Lun Yu, 2.23). Honrar a los antepasados y respetar su memoria ayudará a comprender el sentido de la vida y a evitar graves errores.
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