Nana Édouard Manet (1832-1883)
Édouard Manet – Nana
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Pintor: Édouard Manet
Ubicación: Hamburger Kunsthalle, Hamburg.
Según A. Proust, Édouard Manet estaba dotado de una notable agudeza, extraía un gran número de observaciones insólitas de los paseos ordinarios por la ciudad, ninguna otra capital francesa conoció tales flâneurs. En 1876, el artista estaba completamente absorto en los pensamientos del Salón, sólo pensaba en su exposición. El pintor pintó con facilidad las calles de París, los cafés, los retratos, los desnudos, etc.
Descripción del cuadro Nana de Eduard Manet
Según A. Proust, Édouard Manet estaba dotado de una notable agudeza, extraía un gran número de observaciones insólitas de los paseos ordinarios por la ciudad, ninguna otra capital francesa conoció tales flâneurs. En 1876, el artista estaba completamente absorto en los pensamientos del Salón, sólo pensaba en su exposición. El pintor pintó con facilidad las calles de París, los cafés, los retratos, los desnudos, etc. Fue este espectáculo y el estilo del autor lo que atrajo a muchos nuevos innovadores.
Ese mismo año, en una exposición, el artista optó por presentar a un jurado su cuadro Nana, El vestido de la dama de la media luz. Muchos espectadores piensan que el lienzo está pintado al estilo del impresionismo, pero el propio autor no lo cree así. Un hecho muy interesante es que la imagen del cuadro se inspira en pensamientos de incidentes con María de carácter íntimo, aunque no la pintó. La modelo del creador era Henriette, una mujer famosa de la época. También fue la amante del Príncipe de Orange. El cuadro muestra a una mujer de fácil virtud que lleva un corsé de raso en tono azul y una camisa blanca.
El artista eligió este título particular para su espectacular obra de arte porque Nana era el nombre más famoso entre las mujeres de este tipo. La creadora mostró muy bien su rostro animado y su cintura flexible, ya que detrás de ella le espera un caballero con bastón vestido con un elegante traje y cilindro. En este lienzo, Manet muestra hasta qué punto la experiencia adquirida durante sus viajes y estudios le ha cambiado, ha aprendido perfectamente las lecciones del impresionismo. Pero el artista dejó claro que asimiló inmediatamente esta lección y creó un nuevo método propio, ajustando el impresionismo a su propio método. Por esta razón, cuando Manet fue juzgado por el título de impresionista, ¡reaccionó muy duramente! A lo largo de los años, Édouard Manet realizó numerosas creaciones. Realizó retratos únicos, poses sorprendentes de figuras y sus movimientos. Lo plasmó todo con pinceladas insólitas. Es fácil leer la psicología del cuadro en el lienzo del artista, sentir al propio artista. En pocos trazos el artista fue capaz de transmitir al espectador el carácter y el estado del héroe.
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En el lienzo se observa una escena íntima que transcurre en un interior burgués, posiblemente un boudoir o tocador. La figura central es una joven vestida con un elegante traje de dos piezas: un corpiño azul pálido y una falda blanca adornada con encaje. Su postura sugiere un momento de coquetería; se mira en un espejo ovalado mientras sostiene una flor, probablemente para perfumarse o simplemente disfrutar de su aroma. El cabello recogido revela el cuello y los hombros, acentuando la feminidad del personaje.
A su derecha, parcialmente visible, se encuentra un hombre con levita y sombrero de copa. Su presencia es discreta pero significativa; observa a la joven con una expresión que podría interpretarse como admiración o expectativa. La posición relajada en el sillón rojo sugiere cierta familiaridad o incluso un rol de espectador en este ritual femenino.
El autor emplea una pincelada suelta y vibrante, característica del impresionismo. Los colores son luminosos y delicados, con predominio de tonos pastel que contribuyen a crear una atmósfera íntima y sensual. La luz incide sobre la figura femenina, resaltando los detalles de su atuendo y rostro.
Subyacentemente, la pintura parece explorar las dinámicas sociales y de género del siglo XIX. La escena sugiere un encuentro entre una cortesana o dama de compañía y un cliente potencial. El espejo no solo refleja el rostro de la joven, sino también su estatus social y su papel en la sociedad. La flor que sostiene puede simbolizar la belleza efímera y la fragilidad de la juventud.
La mirada del hombre, combinada con la actitud despreocupada de la mujer, insinúa una relación basada en el deseo y el intercambio económico. El interior lujoso, aunque difuso, actúa como un telón de fondo que enfatiza el contexto de placer y ostentación. La obra no juzga moralmente la situación; más bien, presenta una instantánea realista de las costumbres de la época, invitando al espectador a reflexionar sobre los roles sociales y las convenciones del siglo XIX.