Summer evening. River. 1890-1896 Isaac Ilyich Levitan (1860-1900)
Isaac Ilyich Levitan – Summer evening. River. 1890-1896
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Pintor: Isaac Ilyich Levitan
El cuadro de Isaac Levitan, Una tarde, es una obra bastante temprana suya. El cuadro tiene un aspecto bastante triste, con el trasfondo moral de un periodo de la vida de Levitan, cuando en su lejana juventud, su destino fue tal que se quedó huérfano. Esto se reflejará plenamente en los colores y esquemas cromáticos de este y otros cuadros que pintó posteriormente. Su interesante colorido, a pesar de ser obviamente monocromático, no parece una gran acentuación de los colores y los colores.
Descripción del cuadro de Isaac Levitan "Una tarde".
El cuadro de Isaac Levitan, Una tarde, es una obra bastante temprana suya. El cuadro tiene un aspecto bastante triste, con el trasfondo moral de un periodo de la vida de Levitan, cuando en su lejana juventud, su destino fue tal que se quedó huérfano.
Esto se reflejará plenamente en los colores y esquemas cromáticos de este y otros cuadros que pintó posteriormente. Su interesante colorido, a pesar de ser obviamente monocromático, no parece una gran acentuación de los colores y los colores. El drama, pero mientras tanto, también la grandeza de esta pintura.
Por supuesto, el lienzo está dominado por la atmósfera triste del día que pasa, el sol se ha puesto bajo el horizonte, y el atardecer es la idea principal del cuadro. Pero complementar sus insignificantes, a primera vista, matices del espacio, e incluso una iglesia en el fondo, hace que la imagen del cuadro sea más integral. Una parte de la nube rueda sobre el cielo, como si lo envolviera en una cálida manta y lo preparara para dormir.
La niebla se extiende sobre el río, amortiguando los cauces a ambos lados del mismo. La ladera está resguardada por abundante hierba verde-amarilla y árboles. La silenciosa quietud y la tranquilidad te hacen pensar en las tierras altas cuando observas el paisaje. El ángulo bien elegido nos permite ver, de hecho, un espacio bastante amplio, y abarcar con nuestra mirada toda la periferia.
Una casa solitaria, pero bastante grande, se levanta justo al lado de la orilla del río, probablemente relacionada de algún modo con esa catedral que está un poco más lejos. La tierra virgen y sin estropear, atrae la mirada.
También el río, perfectamente tranquilo, se prepara para el sueño, sin la menor ondulación en su superficie, la calma absoluta. La tranquilidad del río se transmite a toda la naturaleza y abraza el entorno, transmitiendo así esta sensación al espectador.
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La obra presenta una escena crepuscular junto a un río amplio y sereno. El horizonte se divide en dos planos principales: el agua y la orilla. La superficie del río domina la composición, reflejando los tonos suaves del cielo vespertino. Se observa una gradación cromática que va desde azules oscuros en primer plano hasta verdes más claros y dorados hacia el centro, sugiriendo profundidad y movimiento sutil en las aguas.
En la orilla, un promontorio cubierto de vegetación densa se alza como elemento central. La luz del atardecer incide sobre los árboles y arbustos, resaltando sus contornos y creando contrastes entre zonas iluminadas y sombras profundas. Se distingue una estructura rústica, posiblemente una cabaña o granero, integrada en el paisaje natural. La presencia de esta construcción introduce un indicio de la actividad humana, aunque discreto y armonizado con el entorno.
El cielo se caracteriza por su paleta delicada de colores pastel: rosas pálidos, grises perla y toques de azul celeste. Las nubes dispersas sugieren una atmósfera tranquila y apacible. La pincelada es fluida y expresiva, capturando la cualidad efímera de la luz natural y los reflejos en el agua.
Subtextos potenciales:
La pintura evoca un sentimiento de calma y contemplación. El río, como símbolo de flujo constante, podría representar el paso del tiempo o la continuidad de la vida. La orilla boscosa sugiere refugio y conexión con la naturaleza. El atardecer, momento de transición entre el día y la noche, puede interpretarse como una metáfora de la reflexión personal o la melancolía.
La inclusión de la estructura humana en el paisaje plantea una relación ambivalente entre la civilización y el mundo natural. No se trata de una dominación del entorno, sino más bien de una coexistencia pacífica. La obra podría interpretarse como un elogio a la belleza simple de la vida rural y la armonía entre el hombre y su entorno. La ausencia de figuras humanas acentúa la sensación de soledad y quietud, invitando al espectador a sumergirse en la atmósfera contemplativa del paisaje.