Portrait of Maria Akimova. 1908 Valentin Serov (1865-1911)
Valentin Serov – Portrait of Maria Akimova. 1908
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Pintor: Valentin Serov
"Retrato de Akimova" fue pintado por Valentin Serov en 1908. Se encuentra en la Galería Nacional de Armenia. El cuadro representa a una mujer de rostro pálido y rasgos de tipo armenio, Maria Nikolaevna Akimova (Akimyan). Su destino no fue fácil: se casó e inmediatamente enviudó. Su marido, jugador compulsivo de cartas y borracho, se tiró al agua por la noche y se ahogó. Maria Nikolayevna quedó en las garras de los acreedores.
Descripción del cuadro "Retrato de Akimova" de Valentin Serov
"Retrato de Akimova" fue pintado por Valentin Serov en 1908. Se encuentra en la Galería Nacional de Armenia.
El cuadro representa a una mujer de rostro pálido y rasgos de tipo armenio, Maria Nikolaevna Akimova (Akimyan). Su destino no fue fácil: se casó e inmediatamente enviudó. Su marido, jugador compulsivo de cartas y borracho, se tiró al agua por la noche y se ahogó. Maria Nikolayevna quedó en las garras de los acreedores. No fue hasta que se casó por segunda vez que encontró su felicidad, que resultó ser efímera.
El año 1908, cuando Akimova posó para Serov, fue el periodo justo de felicidad, cuando todas sus desgracias habían quedado atrás, pero desgraciadamente María Nikolaevna tenía muy poco por lo que vivir: sus preocupaciones le llevaron a la enfermedad, y ésta la fue aplastando poco a poco. Pronto murió.
Serov sintió plenamente el difícil destino de su modelo. El pintoresquismo, el contraste, habla de la pasión fanática con la que el artista trabajaba en el retrato. Al mostrar el cuadro al público en una exposición en la Unión de artistas, Serov tocó la fibra sensible de muchos de sus contemporáneos. Todos señalaban la individualidad, los rasgos bellamente trazados del rostro, que reflejan el cansancio del alma, cierto agotamiento.
Muchos historiadores del arte están de acuerdo en que el "Retrato de Akimova" fue escrito en la confluencia de dos géneros: no se trata de realismo en el sentido convencional, pero tampoco de impresionismo con sus parpadeos y contrastes. Serov fue más allá de los estilos, y así pintó una obra maestra. Le siguieron los retratos de Martiros Saryan, Ida Rubinstein y muchos otros. Una nueva era amanecía en el arte, el siglo XX, tan rico en corrientes pictóricas, tomaba impulso.
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La paleta cromática se centra en tonos cálidos: rojos intensos en el fondo y ocre suaves en la figura, creando una atmósfera íntima y acogedora. El tratamiento de la luz es difuso, sugiriendo un ambiente interior y posiblemente vespertino. Las pinceladas son visibles y sueltas, especialmente en el vestido y el fondo, lo que aporta dinamismo a la composición y evita un acabado excesivamente realista.
La mujer porta joyas discretas –un collar dorado, pendientes colgantes y un broche– que insinúan una posición social acomodada, aunque no ostentosa. Su atuendo, con el encaje blanco y los detalles sutiles, sugiere refinamiento y buen gusto.
El fondo rojo, casi abstracto en su ejecución, actúa como un elemento de contraste que enfatiza la figura central. La presencia de lo que parece ser una firma o iniciales incrustadas en el fondo añade un misterio adicional a la obra.
La mirada directa de la retratada establece una conexión inmediata con el observador, invitándolo a reflexionar sobre su identidad y estado emocional. Aunque no se revelan emociones fuertes, hay una cierta melancolía implícita en sus ojos y en la leve inclinación de su cabeza. La postura relajada pero digna sugiere confianza y autoconocimiento. El autor parece interesado en capturar no solo la apariencia física de la mujer, sino también su interioridad y presencia individual.