Cabeza de venado Diego Rodriguez De Silva y Velazquez (1599-1660)
Diego Rodriguez De Silva y Velazquez – Cabeza de venado
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Pintor: Diego Rodriguez De Silva y Velazquez
Ubicación: Prado, Madrid.
Pintado en 1634 en óleo sobre lienzo. El cuadro pertenece al estilo artístico barroco del género animalista. Diego Velázquez fue un pintor español del siglo XVII. Nació en una familia noble. Desde pequeño mostró un gran interés por la pintura, y su padre decidió enviar a su hijo a estudiar con el famoso pintor de la época Herrera. Convertirse en artista para la nobleza en aquellos días no era prestigioso.
Descripción del cuadro de Diego Velázquez La cabeza de un ciervo
Pintado en 1634 en óleo sobre lienzo.
El cuadro pertenece al estilo artístico barroco del género animalista.
Diego Velázquez fue un pintor español del siglo XVII. Nació en una familia noble. Desde pequeño mostró un gran interés por la pintura, y su padre decidió enviar a su hijo a estudiar con el famoso pintor de la época Herrera.
Convertirse en artista para la nobleza en aquellos días no era prestigioso. Pero para aprender de un famoso pintor español Velázquez no podía más de un año, porque no estaban de acuerdo en el carácter. Entonces empezó a aprender del no menos famoso Pacheco.
Velázquez demostró desde muy joven una gran habilidad para pintar paisajes y retratos. Su obra se hizo famosa en la corte real y fue invitado a ella. Allí se convirtió en pintor de la corte y su estudio estaba situado junto a los apartamentos del rey. Además de los retratos de la familia real, Velázquez pintó lo que él llamaba lienzos ecuestres y de caza en la corte. Los realiza en la terraza.
En el cuadro "La cabeza de un ciervo" se representa realmente la cabeza del animal salvaje. Los cuadros del artista no eran conocidos por su colorido brillante y chillón. A menudo utilizaba un fondo negro y gris o marrón. Pero esto no disminuyó la profundidad y el realismo de sus cuadros. Esto es una prueba de la gran habilidad del autor.
Un ciervo está representado con tanto realismo que parece salir del cuadro y caminar a su lado. Qué hábilmente se representa el pelaje de su frente con líneas suaves. Sus cuadros están llenos de severidad y ligereza al mismo tiempo. Una fina capa de óleo nos muestra la textura del lienzo. El pintor podía transmitir con habilidad los efectos de luz y sombra en sus obras.
Su obra se ha convertido en un gran patrimonio de España y del mundo. Pintaba cualquier retrato o paisaje de inmediato, sin realizar ningún boceto.
El cuadro se encuentra bajo la custodia del Museo del Prado. España.
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La obra presenta un retrato fragmentario de la cabeza de un ciervo macho. El encuadre es ajustado, concentrándose en el rostro y las astas del animal, lo que intensifica su presencia y elimina distracciones del entorno inmediato. La mirada del ciervo se dirige directamente al espectador, estableciendo una conexión visual directa e inquietante.
El artista emplea una paleta de colores terrosos y apagados – marrones, ocres y grises – que sugieren un ambiente natural, posiblemente boscoso o montañoso, aunque el fondo permanece difuso e indeterminado. La pincelada es visible, con texturas que aportan volumen y realismo a la figura del ciervo, especialmente en el pelaje y las astas.
La luz incide sobre el hocico y los ojos del animal, resaltando su estructura ósea y expresividad. Esta iluminación focalizada contribuye a una sensación de solemnidad y quizás vulnerabilidad. Las astas, ramificadas y prominentes, simbolizan poder y virilidad, pero también pueden interpretarse como un signo de fragilidad ante la naturaleza o el paso del tiempo.
Subyacentemente, la imagen evoca temas relacionados con la caza, la naturaleza salvaje y la relación entre el hombre y el mundo animal. La proximidad del ciervo al espectador podría sugerir una confrontación directa con esta relación, planteando interrogantes sobre dominación, respeto o incluso empatía. La fragmentación de la imagen – solo se muestra la cabeza – puede interpretarse como un símbolo de pérdida, trofeo o la descontextualización del animal de su hábitat natural. La intensidad de la mirada sugiere una resistencia silenciosa o una advertencia implícita.