Vincent van Gogh – The Raising of Lazarus (after Rembrandt)
Ubicación: Van Gogh Museum, Amsterdam.
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La escena se desarrolla en un espacio exterior, posiblemente un terreno árido o un cementerio, indicado por la presencia de una estructura arbórea imponente y el cielo turbulento que domina la composición. La paleta cromática es cálida, con predominio de amarillos, ocres y verdes, aunque estos últimos se presentan en tonalidades apagadas y terrosas.
En primer plano, se distingue una figura yacente envuelta en sábanas blancas, cuya tez pálida sugiere la muerte o un estado de extrema debilidad. La representación del cuerpo es esquemática, con trazos gruesos y texturizados que enfatizan su inmovilidad. A su alrededor, dos figuras humanas observan la escena con expresiones intensas. Una de ellas, vestida de verde, extiende los brazos hacia el cielo en un gesto dramático, casi como una invocación o súplica. La otra figura, a su derecha, se muestra más contenida, aunque su rostro refleja preocupación y expectación.
El sol, representado como un disco luminoso rodeado de halos concéntricos, ocupa una posición central en la parte superior del lienzo. Su luz irradia sobre la escena, pero no aporta claridad ni esperanza; al contrario, parece intensificar el ambiente sombrío y melancólico.
La pincelada es vigorosa y expresiva, con trazos cortos y ondulantes que crean un efecto de movimiento y tensión. La textura rugosa de la pintura contribuye a transmitir una sensación de angustia y desesperación.
Subtextos potenciales:
La obra sugiere una reflexión sobre la fragilidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte. La figura yacente puede interpretarse como símbolo del sufrimiento humano, mientras que las figuras observantes representan la impotencia ante el destino. El gesto dramático de la figura vestida de verde podría aludir a la búsqueda de consuelo o intervención divina.
La atmósfera opresiva y el cielo tormentoso evocan un sentimiento de desesperanza y angustia existencial. La luz del sol, lejos de ser una fuente de vida, se presenta como un elemento perturbador que acentúa la oscuridad interior de los personajes.
En general, la pintura transmite una profunda sensación de soledad, dolor y pérdida, invitando al espectador a reflexionar sobre la condición humana y el misterio de la muerte. La intensidad emocional de la obra sugiere que el autor ha experimentado un profundo sufrimiento personal o se enfrenta a interrogantes existenciales profundos.