John William Waterhouse – The Siren
Ubicación: Private Collection
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En esta obra, el espectador observa una escena dramática que se desarrolla en un entorno rocoso y acuático. Una figura femenina, con rasgos delicados y cabellera rojiza, ocupa la parte superior del encuadre. Su cuerpo desnudo, parcialmente cubierto por una tela clara, descansa sobre una roca saliente. En sus manos sostiene un instrumento musical de cuerda, posiblemente una lira o arpa pequeña, y su mirada está dirigida hacia abajo con una expresión que sugiere concentración o incluso indiferencia. La figura posee características híbridas; desde la cintura hacia abajo se transforma en una cola escamosa, indicando una naturaleza marina.
Debajo de ella, en el agua turbia y agitada, un hombre lucha por mantener la cabeza fuera del líquido. Su cuerpo está parcialmente sumergido y su rostro refleja angustia y desesperación. Sus brazos extendidos imploran ayuda o resistencia, pero parecen inútiles ante la fuerza que lo arrastra hacia las profundidades. La composición establece una clara relación de poder entre ambos personajes; la mujer, en una posición elevada y segura, parece ser la causa del sufrimiento del hombre.
El entorno rocoso, oscuro y amenazante, contribuye a la atmósfera opresiva de la escena. Las sombras densas y las formas irregulares de las rocas sugieren un lugar peligroso y aislado. El agua, representada con pinceladas vigorosas y colores oscuros, enfatiza el caos y la violencia del momento.
Subtextualmente, la pintura explora temas como la seducción, el peligro y la inevitabilidad del destino. La figura femenina puede interpretarse como una representación de un poder irresistible que atrae a los hombres hacia su perdición. El instrumento musical simboliza la voz cautivadora que ejerce control sobre sus víctimas. La lucha del hombre en el agua representa la batalla contra las fuerzas destructivas y la fragilidad de la existencia humana frente a ellas.
La obra sugiere una reflexión sobre la naturaleza dual de la belleza, capaz de encantar y destruir simultáneamente. El contraste entre la serenidad aparente de la mujer y la agonía del hombre plantea interrogantes sobre los límites del deseo, la tentación y las consecuencias de sucumbir a ella. La escena puede leerse como una advertencia sobre los peligros ocultos que acechan en el mundo natural o incluso dentro de uno mismo.