John William Waterhouse – Ulysses and the Sirens
Ubicación: National Gallery of Victoria, Melbourne.
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La escena representada muestra una embarcación antigua, presumiblemente un navío de guerra, surcando aguas turbulentas bajo un cielo plomizo y amenazante. La composición se centra en el contraste entre la disciplina y el orden del barco y las figuras que lo habitan, frente a la fuerza caótica e irresistible que emana de unas criaturas aladas.
En la proa del navío, una figura destacada, vestida con ropas claras y sujetándose firmemente a un mástil, parece resistir activamente una influencia externa. Su postura es tensa, casi desafiante, y su mirada se dirige hacia las figuras que lo rodean. El resto de la tripulación está representada en diversos estados de sumisión o desesperación: algunos luchan por mantener el control de los remos, mientras otros yacen inertes, aparentemente vencidos por una fuerza invisible.
Flanqueando el barco, unas criaturas híbridas, con cuerpos femeninos y rasgos aviares, extienden sus brazos hacia los marineros. Sus rostros sugieren una belleza perturbadora, un encanto que parece ser la causa del estado de trance en el que se encuentran los hombres. La paleta cromática es rica en tonos oscuros y terrosos, con destellos de rojo en la vela y toques dorados en las figuras aladas, lo cual acentúa la atmósfera dramática y opresiva.
La pintura sugiere una lucha interna entre la razón y el deseo, entre el deber y la tentación. La figura central podría interpretarse como un símbolo de la voluntad humana enfrentada a fuerzas irracionales y poderosas. El mar agitado y el cielo sombrío refuerzan la idea de un viaje peligroso, tanto físico como espiritual.
La representación de los cuerpos masculinos, debilitados y vulnerables, contrasta con la vitalidad y el poder de las criaturas aladas, lo que plantea interrogantes sobre la naturaleza del control y la libertad. La escena no se limita a narrar un evento específico; parece evocar una reflexión más amplia sobre la fragilidad humana ante los atractivos engañosos y las pasiones descontroladas. El navío, como metáfora de la sociedad o el individuo, es amenazado por elementos que buscan socavar su estabilidad y desviarlo de su curso.