"Noches azules" de Joan Didion
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«Noches Azules» es una autobiografía de 2011 de la autora estadounidense Joan Didion, que narra la inesperada muerte de su hija, Quintana, a los treinta y nueve años en 2005, y su posterior proceso de duelo. La obra es también una reflexión sobre la naturaleza de la vida y la muerte, sugiriendo, en su cita más famosa: «Nos contamos historias para vivir». La actitud de Didion hacia las condiciones limitantes de la vida humana y el proceso de duelo no es muy optimista; argumenta que el duelo se corresponde con la falta de sentido fundamental de la naturaleza. «Noches Azules» resuena con las memorias anteriores de Didion sobre la hospitalización y muerte de su esposo, «El año del pensamiento mágico». La obra es especialmente famosa por sus reflexiones sobre el envejecimiento y la paternidad, y se considera una de las grandes memorias estadounidenses contemporáneas. Al comienzo de sus memorias, Didion explica por qué eligió el título «Noches Azules». Recuerda el día de la boda de Quintana como un momento singular, que ahora recuerda como la primera «muerte de la luz» antes de que una serie de desafortunados sucesos azotaran a su familia. No podía saber que, en menos de un año, su esposo moriría y que, antes de que falleciera otro, moriría su hija. Didion recuerda la repentina muerte de su amiga Natasha Richardson. En aquel entonces, Didion creía que los jóvenes eran inmunes a tales tragedias, o al menos «deberían» serlo por alguna ley natural. Pronto comprendió que ese argumento carecía de fundamento. Al observar la vida de Quintana a través de los objetos que dejó tras su muerte, Didion observa que parecen crear un retrato de la pérdida en lugar de una celebración de la vida. Siente que solo es capaz de recordar las experiencias negativas de Quintana: su depresión, sus ansiedades y sus miedos. Tras lamentar extensamente la muerte de su hija, Didion aborda la muerte de forma más abstracta. Ella escribe que sus propias luchas con el duelo no son únicas: los humanos no están bien equipados para lidiar con la enfermedad, el envejecimiento y la muerte. Didion también recuerda los años de la década de 1960, cuando conoció a Quintana.
Ella y su esposo adoptaron a Quintana poco después de casarse. Al principio, no estaba segura de cómo hacer que Quintana se sintiera segura como parte de la familia, ya que lidiaba con un miedo intenso al abandono debido a la ausencia de sus padres biológicos. De vuelta al presente, Didion se da cuenta de que este miedo era bastante similar al que siente por perder a Quintana. Didion describe a la joven Quintana como una niña vibrante e inteligente, además de una madurez asombrosa para su edad. No sabe si su madurez provino de la crianza de ella y su esposo, o de otra fuente. Esta incertidumbre le da una perspectiva ambivalente sobre el esfuerzo común por medir si la crianza de uno ha sido «exitosa». Didion también reflexiona sobre su propio envejecimiento. Relata que ahora se siente física y mentalmente más débil al acercarse a su octava década de vida. Sin embargo, se siente incapaz de identificar con exactitud qué aspectos de este proceso la asustan. Se sorprende constantemente de su edad, y su infancia parece haber ocurrido hace apenas unos momentos. Poco antes de escribir sus memorias, Didion sufrió su propia experiencia de hospitalización tras una caída en casa. Al recibir el alta, sufrió ansiedad anticipatoria y depresión relacionadas con su inevitable muerte. Para sentirse mejor, se centró en su trabajo como escritora. Termina sus memorias reflexionando sobre el vacío que dejó Quintana en su ausencia. Cuando su médico le pidió que anotara un contacto de emergencia, casi escribió su nombre por instinto. Didion concluye que su principal fuente de miedo en la vejez no es el miedo a lo que ya ha perdido, sino la certeza de que algún día lo perderá todo.
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