Los expertos se niegan a establecer la autenticidad de la obra de artistas abstractos.
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NUEVA YORK. A la vista de una serie de escándalos recientes, los historiadores del arte se han vuelto muy reacios a expresar sus opiniones sobre la autenticidad de las obras de los abstraccionistas, por temor no sólo a perder su reputación, sino también a ser procesados.
En 2007 se subastó un Pollock falso por 17 millones de dólares.
La crisis de las obras falsificadas del Expresionismo Abstracto vendidas en una subasta en Nueva York, unas 40 de las cuales estaban representadas por la desaparecida Galería Knoedler, causó conmoción en el mercado mundial del arte y tuvo un impacto negativo en los estudiosos del arte. El hecho de la venta masiva de falsificaciones no sólo dio lugar a una investigación federal, sino también a la presentación de numerosas demandas civiles.
La demandada en uno de estos pleitos el mes pasado fue Ann Freedman, la directora de la escandalosa galería, que ahora está haciendo todo lo posible por demostrar que no fue negligente en sus funciones y que numerosos expertos han confirmado la autenticidad de cada obra vendida.
Friedman afirma que entre los historiadores del arte que asesoraron a la galería se encontraban conservadores jefe (o antiguos conservadores) de museos como el Solomon R. Guggenheim Museum (Museo Solomon R. Guggenheim), la Fundación Guggenheim Museum, la Fundación Beyeler y la National Gallery de Washington, D.C. Dean Sobel; el director del Clyfford Still Museum, David Anfam; el autor del catálogo de Rothko, uno de los principales historiadores del arte, Thomas Crow, de la Universidad de Nueva York; y muchos otros. Las demandas de Friedman siguen pendientes en los tribunales, y no está claro si alguno de los expertos presentará formalmente sus opiniones sobre los artistas que son su especialidad.
Lo que está claro es que, dado lo mucho que está en juego desde el punto de vista financiero y jurídico en este enorme escándalo, los expertos, incluidos los citados anteriormente, son más reacios que nunca a expresar libremente sus opiniones.
La mayoría de los expertos han cesado toda comunicación con la prensa por miedo a verse arrastrados a un litigio. Pero, en esta situación, el silencio de los expertos sólo puede servir para favorecer a los falsificadores, que sin duda seguirán intentando vender obras falsas de abstraccionistas. Jack Flam, presidente de la Fundación Dedalus, afirma: «Si la gente pudiera compartir libremente sus opiniones, estos casos de falsificación se descubrirían mucho más rápidamente y no habría escándalos tan masivos como éste. Las enormes sumas que se pagan ahora por las obras de arte contemporáneo hacen que sea más tentador que nunca falsificarlas». Según documentos judiciales, se han pagado más de 80 millones de dólares por obras hasta ahora desconocidas de Mark Rothko, Jackson Pollock, Lee Krasner, Robert Motherwell, Willem de Kooning, Clyfford Still, Franz Kline y Barnett Newman.
La marchante de arte Glafira Rosales, acusada de estafa, afirmó que las obras pertenecían a empresarios residentes en México y Suiza. Su aparición de la nada se explicaba por una historia de fondo que implicaba a coleccionistas anónimos que compraban las obras a los propios artistas a través de intermediarios y luego las conservaban durante décadas.
El mes pasado, Rosales se declaró culpable de conspiración para vender obras de arte falsificadas, blanqueo de dinero y delitos fiscales. Las falsificaciones fueron supuestamente realizadas por un artista chino residente en Queens, Nueva York.
No es el primer escándalo que destapa falsificaciones masivas en el mundo del arte. Al parecer, en Alemania circulan cientos de obras falsificadas de Wolfgang Beltracchi. Se desconoce el número de obras falsas de la vanguardia rusa que inundaron el mercado del arte en 1990, tras el colapso de la Unión Soviética. «Los escándalos de gran repercusión han provocado una enorme manía de desconfianza en el mercado del arte, pero al fin y al cabo, el oficio de falsificador es mucho más antiguo que la primera copia de una exuberante abstracción», afirma Maxwell Anderson, director del Museo de Arte de Dallas. El caso de la Galería Knodler ha dañado la reputación de muchas instituciones. El Museo Guggenheim de Bilbao tomó prestados cuadros falsos de Barnett Newman, y la Fundación Beyeler tomó prestadas obras falsas de Rothko de la colección Rosales. «Yo podría haber participado fácilmente en uno de estos negocios», afirma un importante asesor de arte.
«Antes era posible simplemente invitar a expertos al museo y pedirles su opinión de forma confidencial, ahora esa práctica se ha acabado», afirma el marchante Thaddaeus Ropac. En el fondo del problema está el miedo de los expertos a decir lo que piensan, causado por la falta de confianza en que sus palabras serán transmitidas íntegramente y no darán lugar a responsabilidades legales».
Esta situación podría convertirse en un enorme problema para el mercado del arte, provocando un flujo aún mayor de obras falsas. La única salida pueden ser cambios en el sistema jurídico de protección de los historiadores del arte. Actualmente ya se está trabajando en la creación de un proyecto de ley de este tipo en Estados Unidos. Pero para solucionar el problema de forma competente no basta con una ley. Los artistas jóvenes deberían pensar ya en expedir certificados de autenticidad para sus obras, y los compradores deberían ser más cuidadosos a la hora de comprobar la autenticidad de las obras.
Anna Sidorova © Gallerix.ru
Comentarios: 3 Ответы
Вот за такую мазню, настоящая она или нет, выкладывать 17 млн. это бред зажиравшихся коллекционеров.
За это они платят миллионы, а когда эти проворовавшиеся миллионеры заказывают семейный портрет, реально похожих всех членов семьи – удавятся за грош! За понты надо платить! Как иначе это назвать.
полностью согласен
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