Rijksmuseum: part 2 – Carreño de Miranda, Juan -- De heilige Sebastiaan, 1655-1665
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En el lienzo se observa a un hombre joven, desnudo y atado a lo que parece ser una columna o árbol rústico. Su cuerpo está atravesado por numerosas flechas, evidenciando un sufrimiento físico intenso. La luz incide con fuerza sobre su torso, resaltando la musculatura y las heridas sangrantes, mientras que el fondo se sumerge en una oscuridad profunda, casi impenetrable.
El autor ha prestado especial atención a la representación de la anatomía humana, mostrando un dominio técnico considerable en la ejecución del cuerpo. La piel presenta tonos pálidos, acentuando su vulnerabilidad y fragilidad. Las cuerdas que lo sujetan son gruesas y ásperas, contrastando con la suavidad de la carne.
La mirada del personaje está baja, dirigida hacia el suelo, transmitiendo una sensación de resignación y dolor silencioso. No hay rastro de lucha o desesperación en su rostro; más bien, se percibe una aceptación estoica de su destino. La disposición de las flechas no parece aleatoria: algunas están agrupadas en zonas clave del cuerpo, mientras que otras se dispersan de forma más irregular, sugiriendo un ataque prolongado y sistemático.
El uso del claroscuro es fundamental para crear una atmósfera dramática y enfatizar el carácter trágico de la escena. La oscuridad circundante no solo intensifica el impacto visual de las heridas, sino que también puede interpretarse como un símbolo de la muerte o el pecado.
Subyacentemente, la obra parece explorar temas relacionados con el martirio, la fe y la redención. El cuerpo herido podría representar la inocencia sacrificada, mientras que las flechas simbolizan los obstáculos y pruebas que deben superar aquellos que profesan una creencia religiosa. La postura sumisa del personaje sugiere una entrega total a un poder superior, posiblemente divino. La ausencia de elementos contextuales específicos invita al espectador a reflexionar sobre el significado universal del sufrimiento humano y la búsqueda de trascendencia.