The Promenade Pierre-Auguste Renoir (1841-1919)
Pierre-Auguste Renoir – The Promenade
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Pintor: Pierre-Auguste Renoir
El cuadro fue pintado en 1870. Se trata de una pintura de una manera completamente típica del impresionismo. Vemos a una mujer y a un hombre representados sobre un fondo de exuberante vegetación. Están paseando por el campo. El hombre le echa una mano, como para superar rápidamente un obstáculo que nos resulta invisible. Se dice que Alfred Sisley posó para este cuadro de Renoir. El modelo femenino era Rafa, que era la amante de Maitre, un famoso músico y mecenas. Los espectadores son atraídos por este exuberante esplendor de vegetación.
Descripción del cuadro Un paseo de Pierre-Auguste Renoir
El cuadro fue pintado en 1870.
Se trata de una pintura de una manera completamente típica del impresionismo. Vemos a una mujer y a un hombre representados sobre un fondo de exuberante vegetación. Están paseando por el campo. El hombre le echa una mano, como para superar rápidamente un obstáculo que nos resulta invisible. Se dice que Alfred Sisley posó para este cuadro de Renoir.
El modelo femenino era Rafa, que era la amante de Maitre, un famoso músico y mecenas.
Los espectadores son atraídos por este exuberante esplendor de vegetación. Los pájaros parecen piar y la brisa es increíblemente ligera. Podemos sentir el peculiar aroma de un día de verano, cuando las magníficas flores huelen majestuosamente, el tierno sol brilla y la exuberante hierba cruje.
La paleta del artista en esta creación es increíblemente ligera. Cada uno de sus golpes es lo más ligero posible. Parece increíblemente vivo, realmente vibrante. Renoir representa episodios completamente aleatorios que capta de la vida ordinaria. A primera vista, estos momentos no tienen nada de especial. Son completamente simples y ordinarios. Pero es en esta sencillez y ordinariez donde reside su verdadero encanto y su especial belleza.
Todos los colores utilizados por Renoir son increíblemente coloridos y lo más cálidos posible. El espectador percibe una especie de volumen en el cuadro y una atmósfera ligera. Cada detalle es increíblemente significativo, y juntos crean una magnífica imagen de un maravilloso paseo de verano. No sólo los rostros de los personajes, sino también los detalles más pequeños de sus atuendos y de la naturaleza que los rodea, están magistralmente representados.
Cada pincelada del artista resalta la particular belleza del verano y llena todo el lienzo de un volumen especial. Se siente vivo y tangible. El espectador puede sentir esta vida especial y disfrutar de este esplendor inusual y al mismo tiempo increíblemente sencillo y bastante familiar.
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En esta obra, el autor presenta una escena íntima al aire libre protagonizada por un hombre y una mujer en lo que parece ser un paseo campestre. La composición se centra en la pareja, capturada en un momento dinámico; ella, vestida con un elegante vestido blanco adornado con detalles azules y un sombrero delicado, extiende su mano hacia el hombre, quien responde con un gesto de apoyo.
La pincelada es suelta y vibrante, característica del impresionismo, lo que confiere a la imagen una sensación de movimiento y fugacidad. La luz se filtra entre los árboles, creando juegos de sombras y reflejos sobre las figuras y la vegetación circundante. El fondo, compuesto por un denso follaje verde, es difuso y poco definido, enfatizando así el protagonismo de la pareja.
La vestimenta de los personajes sugiere una posición social acomodada; sin embargo, la informalidad del entorno y la actitud relajada de ambos apuntan a un deseo de escapar de las convenciones sociales. La interacción entre ellos, aparentemente casual pero cargada de complicidad, insinúa una relación afectiva.
Se percibe una tensión sutil en el gesto del hombre al sostener la mano de la mujer; no es simplemente un apoyo físico, sino que parece implicar un cierto control o dominio. El vestido blanco de ella, símbolo tradicional de pureza y virtud, contrasta con la atmósfera ligeramente ambigua de la escena, sugiriendo una posible transgresión o desafío a las normas morales de la época. La mirada de la mujer, dirigida hacia el espectador, podría interpretarse como una invitación o un desafío silencioso.
En conjunto, la pintura evoca una sensación de intimidad, deseo y cierta inquietud, invitando al observador a reflexionar sobre las complejidades de las relaciones humanas y los límites entre lo público y lo privado. La obra no se limita a representar un paseo campestre; más bien, captura un instante revelador que sugiere una historia oculta o un conflicto latente.