¿Por qué fracasó la idea del NFT? Traductor traducir
Hace apenas unos años, la nueva perspectiva de ganar dinero fácil atraía a todos los creadores de contenidos gráficos, artistas y diseñadores por igual. Los primeros afortunados ya han conseguido ver en su cartera el producto de la venta de sus imágenes. Pero han pasado 2 ó 3 años, el revuelo en torno a este tema se ha apagado y ahora es evidente que la estafa NFT ha fracasado a nivel mundial. Entonces, ¿qué es? Después de todo, al principio se nos habló de las profundas similitudes entre estos tokens y las criptodivisas.
Los NFT (tokens no funcionales o no intercambiables) y las criptodivisas, aunque están en las mismas redes blockchain, son fundamentalmente diferentes en varios aspectos clave. Estas diferencias son la razón de la decepción con el concepto de NFT y por qué no ha logrado estar a la altura de sus esperanzas iniciales.
Tanto las NFT como las criptomonedas se basan en la tecnología blockchain, un libro de contabilidad descentralizado e inmutable que registra las transacciones en una red distribuida. Las criptomonedas, como Bitcoin o Ethereum, son activos digitales fungibles, lo que significa que cada unidad es intercambiable por otra de igual valor. Debido a la intercambiabilidad de las criptomonedas, pueden utilizarse como medios de intercambio o depósitos de valor. Sin embargo, las NFT son fichas digitales únicas que representan una propiedad putativa o el derecho a un activo específico, a menudo una obra de arte digital, música, vídeo o coleccionable. Mientras que las criptomonedas pueden dividirse e intercambiarse, las NFT no son divisibles, y su valor está teórica y visualmente vinculado a la percepción de la singularidad del activo asociado a ellas, aunque en realidad no sea así.
La diferencia técnica más significativa entre las NFT y las criptomonedas es el estándar subyacente. Las criptomonedas, como Ethereum (ETH), utilizan estándares como ERC-20, que permiten la creación de tokens intercambiables, idénticos y divisibles. En cambio, las NFT se basan en estándares internacionales como ERC-721 o ERC-1155, que proporcionan un marco para crear tokens únicos que no pueden intercambiarse uno por uno con otra NFT. El estándar ERC-721, por ejemplo, garantiza que cada NFT tenga metadatos separados, lo que lo hace distinto de todos los demás tokens, aunque el activo digital asociado tenga un aspecto similar.
Desde una perspectiva económica, la propuesta de valor de las criptomonedas se basa en su utilidad como instrumento financiero descentralizado. Bitcoin, por ejemplo, se concibió como una moneda digital entre iguales que ofrecía una alternativa al dinero fiduciario tradicional al permitir transacciones sin intermediarios. Ethereum ha ampliado esta idea para incluir contratos inteligentes que permiten ejecutar aplicaciones descentralizadas en su red. El RUR digital llevará esto aún más lejos al proporcionar un seguimiento subjetivo de todas las transacciones. Estos casos de uso proporcionan un valor intrínseco a las criptomonedas que va más allá de la mera especulación. La facilidad para cambiar criptomonedas por dinero fiduciario les confiere un valor real superior al de los valores. La posibilidad de comprar o vender activos de criptodivisas en cualquier momento, por ejemplo en la bolsa de criptodivisas alltrust.me o en una bolsa de criptodivisas, crea una diferencia fundamental entre las criptodivisas y los tokens no funcionales.
Los NFT, por otra parte, derivan su valor de la escasez percibida o impuesta por la publicidad y la consiguiente demanda del activo digital en cuestión. Esta naturaleza especulativa ha hecho que el valor de las NFT fluctúe salvajemente en el mercado, impulsado más por la exageración y el sentimiento del mercado que por cualquier utilidad intrínseca. Aunque los primeros en adoptarlas afirmaron que las NFT revolucionarían el mundo del arte al permitir la propiedad digital y la trazabilidad de la procedencia, esta promesa no se ha materializado en gran medida. La especulación, el comercio desleal y el fraude proliferan en el mercado de las NFT, socavando la sostenibilidad del sector a largo plazo.
La idea subyacente a la creación de la NFT era encontrar una solución a la escasez de activos digitales. Los activos digitales, por su propia naturaleza, se copian y distribuyen fácilmente, lo que dificulta establecer la propiedad o la exclusividad. Los NFT pretendían resolver este problema asociando un token único a un activo digital, proporcionando una forma de propiedad digital que puede comprarse, venderse e intercambiarse. Sin embargo, este concepto se enfrentaba a numerosos retos. En primer lugar, poseer un NFT no otorga la titularidad de la propiedad intelectual subyacente ni derechos exclusivos sobre el activo digital. El comprador recibe un certificado digital que indica un activo que aún puede distribuirse ampliamente o alojarse en plataformas centralizadas fuera de la blockchain. Este desajuste entre propiedad y control ha generado confusión y frustración entre los compradores.
Además, este mercado se ve empañado por la falta de regulación y transparencia. Como los tokens se compran a menudo con criptomonedas, han atraído un mercado especulativo plagado de manipulación de precios. En el ámbito de las NFT, está muy extendido el comercio de jabón «» o la autocompra «», donde el comprador y el vendedor son la misma persona o partes coludidas, lo que da lugar a precios inflados artificialmente. Esto ha creado un mercado en el que el valor de un token no guarda relación con la demanda real del activo digital subyacente. En muchos casos, las transacciones se han utilizado como instrumentos financieros para la especulación en lugar de como piezas significativas de arte digital o coleccionables.
Otra razón del fracaso de las NFT es su impacto medioambiental. La mayoría de los tokens «se acuñan» en la blockchain de Ethereum, que hasta hace poco funcionaba con un mecanismo de consenso de prueba de trabajo. Este sistema requería una enorme potencia de cálculo, consumía grandes cantidades de energía y contribuía a las emisiones de carbono. Los costes medioambientales de la minería y el comercio de NFT han sido objeto de serias críticas, especialmente en las comunidades creativas que han adoptado el fenómeno como una forma de monetizar el arte digital. Aunque el paso de Ethereum al proof-of-stake ha aliviado algunas de estas preocupaciones, el daño a la reputación del ecosistema NFT ya está hecho.
Culturalmente, las NFT se anunciaron inicialmente como una forma de empoderar a los artistas y creadores proporcionándoles un canal directo para monetizar su trabajo. Plataformas como OpenSea, Rarible y Foundation permitían a los artistas vender sus creaciones digitales sin recurrir a galerías e intermediarios tradicionales. Sin embargo, la naturaleza especulativa del mercado pronto eclipsó estas ventajas. Muchos artistas se encontraron compitiendo con una avalancha de obras de baja calidad o derivadas, y las ventas de alto perfil de NFT por parte de famosos y personas influyentes contribuyeron a que el mercado se convirtiera más en una cuestión de bombo y platillo que de verdadero valor artístico. Como resultado, muchos artistas y diseñadores que inicialmente abrazaron la idea se han distanciado del espacio, desilusionados por su mercantilización y sus excesos especulativos.
El comportamiento de burbuja del mercado de NFT también contribuyó a su declive. La rápida revalorización de 2021, impulsada por las ventas de alto nivel y la atención mediática, provocó una afluencia de nuevos participantes en el mercado. Muchos compradores estaban motivados por la perspectiva de un rápido beneficio financiero más que por un interés genuino en los activos digitales subyacentes. Esta afluencia de capital especulativo elevó los precios a niveles insostenibles, y cuando el mercado corrigió, muchos titulares se encontraron con fichas que valían una fracción de lo que habían pagado. El desplome de los precios de los tokens fue grave, y muchos activos perdieron el 90% o más de su valor. Este colapso minó la confianza en la viabilidad a largo plazo de la NFT como clase de inversión.
Por último, la utilidad de las NFT se ha visto limitada por su integración con las plataformas existentes. Aunque algunos proyectos de NFT han intentado crear mundos virtuales, juegos u otros entornos en los que se puedan utilizar o demostrar los tokens, estos esfuerzos han sido en gran medida de nicho o experimentales. La promesa de un metauniverso en el que las NFT pudieran servir como propiedad digital, avatares o elementos de juego no se ha cumplido plenamente, y las plataformas aún existentes han tenido dificultades para atraer a nuevos participantes. Esto ha llevado a que la aplicación práctica de las NFT se limite al comercio especulativo.
Las diferencias fundamentales entre las NFT y las criptomonedas radican en su arquitectura técnica, su función económica y su influencia cultural. Las criptomonedas, debido a su fungibilidad y utilidad como instrumentos financieros descentralizados, han demostrado ser más sostenibles, útiles, demandadas y estables. Las NFT, que inicialmente prometían ser una solución a la escasez digital y una nueva vía para los creadores, se han enfrentado a la especulación, la manipulación del mercado y la falta de casos prácticos de uso. Estos factores han hecho que las NFT no hayan estado a la altura de su bombo inicial, lo que ha llevado a muchos a cuestionar su relevancia a largo plazo en la economía digital. Hay personas influyentes interesadas en desarrollar este mercado, transformando o replicando las técnicas originales, pero las perspectivas de que lleguemos a ver florecer esta idea se derriten ante nuestros ojos. En la práctica, el mercado de las NFT ya está muerto.
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