Jeanne Marguerite Lecadre in the Garden Claude Oscar Monet (1840-1926)
Claude Oscar Monet – Jeanne Marguerite Lecadre in the Garden
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Pintor: Claude Oscar Monet
El título completo del cuadro es Dama en el jardín de Saint-Adress, pintado por el famoso artista francés Claude Monet en 1867. Uno de los temas favoritos del artista es el de la naturaleza, sus paisajes son únicos y siempre tan vívidos que las personas representadas en ellos parecen querer fundirse con esta naturaleza, ser absorbidas por sus maravillosos colores. La Dama en el Jardín fue pintada en el apogeo de la carrera del artista, por lo que la imagen de la mujer es tan, tan bella y a la vez tan intangible.
Descripción del cuadro de Claude Monet Dama en el jardín
El título completo del cuadro es Dama en el jardín de Saint-Adress, pintado por el famoso artista francés Claude Monet en 1867. Uno de los temas favoritos del artista es el de la naturaleza, sus paisajes son únicos y siempre tan vívidos que las personas representadas en ellos parecen querer fundirse con esta naturaleza, ser absorbidas por sus maravillosos colores.
La Dama en el Jardín fue pintada en el apogeo de la carrera del artista, por lo que la imagen de la mujer es tan, tan bella y a la vez tan intangible. En sus últimas obras, el pintor se niega a retratar a las personas, dando el protagonismo a la naturaleza.
En resumen, el tema es el siguiente:
Un bochornoso día de verano, en el que los rayos del sol penetran en todas las hojas del árbol representado en primer plano. Aquí también hay una chica que se pasea con un vestido blanco cristalino. El artista coloca a la niña y al árbol al mismo nivel, lo que demuestra su deseo de equiparar la naturaleza y el hombre, de decir que son uno y que, por tanto, ambos son bellos. La chica está admirando los parterres y se vuelve hacia el espectador medio girada, de modo que su rostro no es visible. Y tiene razón: la naturaleza no tiene rostro, está en cada brizna de hierba y en cada flor, así como en la mujer que camina bajo el paraguas.
La naturaleza vive, no sólo se congela en el momento en que se coloca en el lienzo, sino que continúa su vida más allá del tiempo, y sigue dando a la niña y a todos los que se interesan por el arte del artista una razón para ver estos cambios. El cuadro brilla con cada una de sus puntas y la chica es tan blanca como la nieve que se la compara no con una persona sino con un cisne que flota en una espesura de arbustos y árboles.
El inmenso parque, las altas copas de los árboles y la niña que admira el paisaje circundante son el propio Monet, su alma, el alma de un verdadero artista capaz de amar y disfrutar del mundo que le rodea.
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En este lienzo se observa una escena campestre dominada por la exuberancia vegetal y la presencia sutil de una figura femenina. El primer plano está ocupado por un prado verde intenso, salpicado de pequeñas flores blancas que sugieren una atmósfera primaveral o estival. Una mujer, vestida con un ligero traje blanco y portando un parasol del mismo color, se encuentra de espaldas al espectador, contemplando el jardín.
La composición se organiza en capas: la figura humana actúa como ancla visual, seguida por un lecho de flores rojas vibrantes que contrastan fuertemente con el verde circundante. Detrás, una densa masa arbórea, representada con pinceladas sueltas y variadas tonalidades de verde oscuro, crea una sensación de profundidad y misterio. Árboles más altos se elevan en la parte posterior del jardín, delineando el horizonte.
La luz juega un papel crucial; parece filtrarse a través del follaje, proyectando sombras alargadas sobre el césped y resaltando los colores brillantes de las flores. Esta representación lumínica no busca una precisión realista, sino más bien capturar la impresión fugaz de un momento específico.
Subtextos potenciales sugieren una reflexión sobre la contemplación y la intimidad. La mujer, aislada en su jardín, podría simbolizar una búsqueda personal o un estado de ensueño. Su espalda al espectador invita a la identificación, permitiendo que el observador se proyecte en su lugar y comparta su experiencia silenciosa. El jardín mismo puede interpretarse como un espacio simbólico de refugio, belleza natural y conexión con lo efímero. La ausencia de detalles narrativos específicos enfatiza la importancia de la atmósfera emocional y sensorial sobre cualquier relato concreto. Se percibe una cierta melancolía o nostalgia en la escena, acentuada por la paleta de colores suaves y la calidad etérea de la luz.