Hong Sungyeon. De aquí a la eternidad 12+ Traductor traducir

El Museo Erarta abrirá una exposición del artista coreano contemporáneo Hong Sungyeon el 20 de marzo. Este maestro, utilizando la técnica de impresión lenticular, crea obras espaciales tridimensionales que cambian ante los ojos del espectador.

Hong Sungyeon comenzó su carrera como fotógrafo, pero su interés por las artes visuales pronto lo llevó a estudiar óptica, informática y diversas técnicas de impresión. La combinación de sensibilidad artística e ingenio técnico lo acerca al op-art, un arte óptico que se originó en la década de 1960 en Estados Unidos. El op-art se caracteriza por deformaciones ópticas e ilusiones causadas por vibraciones de color, contrastes agudos y líneas rítmicas parpadeantes. Siguiendo a los destacados representantes de la tendencia Hong Sungyeon, utiliza la tecnología moderna para explorar la naturaleza del hombre y su lugar en el Universo.

Las composiciones tridimensionales del autor se refieren simultáneamente a motivos artísticos arcaicos: círculos, pictogramas, ornamentos geométricos y fotografías digitales de galaxias distantes realizadas por telescopios modernos.

El artista trabaja con la impresión lenticular, familiar para nosotros desde la producción de la producción estéreo: calendarios, imanes, marcadores. Sin embargo, la técnica de Hong Sungyeon es incomparablemente más perfecta: la ilusión de profundidad, que surge de la imagen de múltiples capas, fascina y, como un agujero negro, atrae al espectador a un embudo espacial. Usando formas geométricas simples: espirales, ondas y combinaciones de ruido digital, el autor explora las complejas relaciones de color y volumen, luz y oscuridad. “La oscuridad es invisible a los ojos, pero es lo más cercano a la naturaleza, nuestra verdadera patria, la fuente del mundo”, dice el autor. "Como un abismo del mar, esconde los paisajes sin precedentes que me esfuerzo por representar".

En cada uno de sus trabajos, Hong Sungyeon reflexiona sobre quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. El artista no da respuestas inequívocas a las preguntas planteadas: lleva al espectador al borde mismo del abismo, invitándolo a mirar el rostro de la eternidad por sí mismo.