Los condenados de la tierra de Frantz Fanon Traductor traducir
«Los condenados de la tierra» (1961) es un libro de no ficción de Frantz Fanon, psiquiatra y filósofo antillano francés. Junto con textos como «Orientalismo» (1978) de Edward Said, «¿Puede hablar el subalterno?» (1988) de Gayatri Spivak y «La ubicación de la cultura» (1994) de Homi Bhabha, «Los condenados de la tierra» es un texto fundacional de los estudios poscoloniales modernos. También es el libro de Frantz Fanon más aclamado internacionalmente, traducido a más de 25 idiomas.
Escrito en el apogeo de la Guerra de Independencia de Argelia, «Los condenados de la tierra» presenta una exploración analítica de los mecanismos internos y las diversas etapas del proceso de descolonización, así como una apasionada apología de la necesidad de la violencia en la lucha anticolonial. El libro también marca un giro en el pensamiento de Fanon, que pasa de su anterior preocupación por los problemas de la negritud y la opresión de los negros a una visión más amplia y global de la lucha entre los países occidentales y sus colonias. Inspirado por las ideas marxistas y leninistas, Fanon adapta las nociones de lucha de clases y justicia social al contexto colonial racializado. Su análisis de los problemas que enfrentan las sociedades colonizadas culmina en el rechazo total de los valores europeos a través de una lucha violenta catártica contra los opresores. El título del libro está tomado de «La Internacional» de Eugène Pottier (1871), canción considerada el himno de los partidos de izquierda en todo el mundo y utilizada como himno nacional oficial de la Unión Soviética hasta 1944. La frase completa en inglés dice: «¡Levantaos, condenados de la tierra! ¡La justicia truena la condenación! ¡Un mundo mejor está naciendo!». El texto consta de cinco secciones principales, una Conclusión y un Prefacio de Jean-Paul Sartre que describe por qué el libro de Fanon es una obra seminal y por qué debería ser leído por el público europeo, especialmente francés. Además, Sartre utiliza «Los condenados de la tierra» para destacar su propio apoyo a la autodeterminación nacional y su insatisfacción con la izquierda francesa, a la que considera ineficaz e hipócrita. La primera parte, «Acerca de la violencia», define las nociones de colonización y descolonización y profundiza en por qué la violencia parece ser una faceta ineludible del proceso de descolonización. El autor examina la lógica colonial que divide a los colonos de los nativos y que obliga a la deshumanización de estos últimos para facilitar su explotación. En consecuencia, según él, la descolonización implica invertir el statu quo existente, que, por su naturaleza, es un proceso violento y caótico. La segunda parte, «La espontaneidad: su fuerza y su debilidad», presenta una descripción completa de los diversos segmentos de la sociedad colonial y cómo interactúan. Además, Fanon contrasta la situación en un lugar como Argelia con la descrita por Friedrich Engels en la Inglaterra del siglo XIX. A diferencia del proletariado occidental, que es la clase social más organizada y políticamente consciente, los trabajadores asalariados urbanos en los países coloniales están en una posición relativamente privilegiada. En cambio, son los campesinos los más desposeídos y los que sueñan con recuperar sus tierras de los colonos. Sin embargo, Fanon señala que en muchos lugares, los líderes de clanes tradicionales, los oráculos y los curanderos que quieren salvaguardar su influencia en la comunidad prefieren trabajar con las potencias coloniales en lugar de con los habitantes de las ciudades locales que traen a la aldea ideas tan progresistas como el ateísmo, la medicina moderna y la educación universal. Como resultado,El autor hace un llamamiento a los partidos nacionalistas para que eduquen activamente a la población campesina y la incluyan en la lucha de liberación en lugar de ignorar y desconfiar de los agricultores, como suele ocurrir. La tercera parte, «Los escollos de la conciencia nacional», advierte a los lectores sobre los peligros del nacionalismo cuando no se controla. Fanon aporta ejemplos de otros países africanos, como Costa de Marfil, donde los lugareños discriminan a otras minorías africanas, imitando las actitudes chovinistas de la burguesía nativa hacia los colonos. En última instancia, aquellos que fueron oprimidos por los europeos se convierten a su vez en opresores. La cuarta parte, «Sobre la cultura nacional», examina por qué los pueblos colonizados parecen carecer de una cultura nacional. Fanon afirma que la deshumanización inherente a la colonización también causa el rechazo o la supresión de la cultura local. Esta parte también contiene una subsección que examina cómo el colonialismo borra la cultura local y afirma que la descolonización es, por tanto, la forma máxima de expresión cultural. La última parte, «Guerra colonial y trastornos mentales», presenta ejemplos reales de enfermedades mentales, presenciados por Fanon durante su residencia en Argelia. Estos van desde problemas psicológicos, como la impotencia en hombres cuyas esposas fueron violadas o tendencias sociopáticas en adolescentes, hasta los resultados físicos a largo plazo de la tortura. El autor concluye esta sección desacreditando el mito, propagado por los franceses, de que los argelinos nacen violentos y mentalmente deficientes. Sitúa la colonización no sólo como un problema sociocultural y político, sino también como una enfermedad psicológica que aflige tanto a opresores como a oprimidos. En la conclusión, Fanon hace un llamamiento a sus lectores para que ignoren a Occidente, tanto a Europa como a los Estados Unidos, como modelo a seguir, ya que sus éxitos se lograron a un alto precio humano. Las grandes ideas y los descubrimientos científicos no compensan las atrocidades perpetradas por los colonizadores blancos en nombre de los valores europeos. El autor concluye que el tercer mundo debe encontrar su propio camino único hacia adelante.Esta parte también contiene una subsección que examina cómo el colonialismo destruye la cultura local y afirma que la descolonización es, por lo tanto, la forma suprema de expresión cultural. La última parte, «Guerra colonial y trastornos mentales», presenta ejemplos reales de enfermedades mentales, presenciados por Fanon durante su residencia en Argelia. Estos van desde problemas psicológicos, como la impotencia en hombres cuyas esposas fueron violadas o tendencias sociopáticas en adolescentes, hasta los resultados físicos a largo plazo de la tortura. El autor concluye esta sección desacreditando el mito, propagado por los franceses, de que los argelinos nacen violentos y mentalmente deficientes. Sitúa la colonización no sólo como un problema sociocultural y político, sino también como una enfermedad psicológica que aflige tanto a opresores como a oprimidos. En la conclusión, Fanon hace un llamamiento a sus lectores para que ignoren a Occidente, tanto Europa como Estados Unidos, como modelo a seguir, ya que sus éxitos se lograron a un alto precio humano. Las grandes ideas y los descubrimientos científicos no compensan las atrocidades perpetradas por los colonizadores blancos en nombre de los valores europeos. El autor concluye que el tercer mundo debe encontrar su propio camino hacia adelante.Esta parte también contiene una subsección que examina cómo el colonialismo destruye la cultura local y afirma que la descolonización es, por lo tanto, la forma suprema de expresión cultural. La última parte, «Guerra colonial y trastornos mentales», presenta ejemplos reales de enfermedades mentales, presenciados por Fanon durante su residencia en Argelia. Estos van desde problemas psicológicos, como la impotencia en hombres cuyas esposas fueron violadas o tendencias sociopáticas en adolescentes, hasta los resultados físicos a largo plazo de la tortura. El autor concluye esta sección desacreditando el mito, propagado por los franceses, de que los argelinos nacen violentos y mentalmente deficientes. Sitúa la colonización no sólo como un problema sociocultural y político, sino también como una enfermedad psicológica que aflige tanto a opresores como a oprimidos. En la conclusión, Fanon hace un llamamiento a sus lectores para que ignoren a Occidente, tanto Europa como Estados Unidos, como modelo a seguir, ya que sus éxitos se lograron a un alto precio humano. Las grandes ideas y los descubrimientos científicos no compensan las atrocidades perpetradas por los colonizadores blancos en nombre de los valores europeos. El autor concluye que el tercer mundo debe encontrar su propio camino hacia adelante.
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