Last rays of the sun. 1899 Isaac Ilyich Levitan (1860-1900)

Descripción del cuadro de Isaac Levitan Los últimos rayos de sol

Levitan es un romántico, un cantor de la naturaleza, de su belleza, de su pureza, de su naturalidad. Es conocido por muchos por sus paisajes, hermosos, que nos recuerdan que el mundo que nos rodea no se reduce a un simple "trabajo casero", sino que alberga una belleza creada no por manos humanas, sino por algo superior. Los bosques, los campos, los paisajes rurales... todo ello adquiere una nueva vida bajo su pincel, revelándose de forma diferente a como lo vería una persona normal.

"Los últimos rayos del sol" es uno de estos cuadros. A primera vista parece chillón, un poco oscuro, incluso opresivo. Pero si se mira con más detenimiento, queda claro que se trata de un cuadro muy luminoso. Aquí está el pueblo: puesta de sol, pequeñas casas torcidas, valla baja, camino embarrado sin asfaltar. En otoño debe estar cubierto de barro y charcos, y no se puede caminar por él, pero la foto muestra el verano, el polvo está seco y el calor del día se desvanece.

La luz del sol inunda el paisaje sin complicaciones y lo llena, ni siquiera de significado, de belleza y vivacidad. El cielo se inunda de oro y de suave azul. Las casas están pintadas de naranja y escarlata. Pero está claro que la noche está a punto de caer sobre el pueblo. Aquí está, en las sombras que cubren gran parte del cuadro, una sensación de oscuridad cercana. La noche traerá un frío, las ventanas de las cabañas brillarán con una cálida luz amarilla. Los perros ladrarán con pereza, adormecidos y un poco apagados.

El día, lleno de preocupaciones, rodará por el horizonte con el sol. Levitan ha conseguido transmitir a la perfección el tembloroso estado del crepúsculo, el momento en que no está claro si todavía es de día o de noche. La expectativa de la oscuridad nocturna está en la imagen, pero también está el sol, sin lamentar que tenga que pasar por el horizonte.

Habrá un nuevo día y una nueva mañana, pero mientras tanto acaricia la tranquila aldea con sus últimos rayos, la acaricia y la arrulla, persuadiéndola de que se duerma sin miedo.