Self portrait Élisabeth Louise Vigée Le Brun (1755-1842)

Análisis de la pintura
En el lienzo se observa a una mujer retratada de medio cuerpo, con una mirada directa al espectador que establece un contacto visual inmediato. La figura femenina viste un vestido oscuro de corte sencillo, contrastado por un prominente pañuelo blanco anudado sobre su cabello recogido y un llamativo lazo rojo que ciñe su cintura.
La mujer sostiene un pincel en su mano derecha, extendido hacia el frente como si estuviera a punto de aplicar una pincelada. En su mano izquierda, lleva una paleta circular con varios pinceles apoyados sobre ella. Este detalle, junto con la presencia de un caballete parcialmente visible en el fondo, sugiere que se trata de una artista trabajando en su oficio.
El fondo es oscuro y difuso, lo que concentra la atención del espectador en la figura principal. La iluminación es suave pero enfocada, resaltando el rostro de la mujer y los detalles de su vestimenta.
La expresión facial de la retratada transmite serenidad y confianza. No obstante, se percibe una sutil ambivalencia; la mirada directa puede interpretarse como un desafío o una invitación a comprender su posición social y artística. La elección de representar a la artista en pleno acto creativo podría ser una declaración sobre su profesionalismo y autonomía en un contexto histórico donde las mujeres tenían acceso limitado a la formación y el reconocimiento en el ámbito artístico.
El uso del color es moderado, con predominio de tonos oscuros que enfatizan la elegancia y sobriedad de la figura. El rojo del lazo actúa como punto focal, atrayendo la atención sobre la cintura y sugiriendo vitalidad y pasión. La paleta y los pinceles son símbolos evidentes de su dedicación a la pintura, pero también pueden leerse como herramientas que le permiten construir su propia identidad y desafiar las convenciones sociales de su época.